Los adelantos científicos y tecnológicos de nuestra era y la excelente formación que se recibe en las facultades de medicina pierden buena parte de su valor cuando se aplican sin la adecuada sensibilidad, cuando se olvida algo tan elemental como el derecho de las personas ya desahuciadas a morir rodeadas de sus seres queridos, en un lugar adecuado. Además, llegado el momento, sus cuerpos deberían ser recibidos por los familiares con el respeto y el recogimiento necesarios.

Los veinte minutos que soporté al lado del cadáver de mi madre en la UCI fueron grotescos: su cuerpo destruido y mi pena infinita quedaron expuestos impúdicamente a la apatía de quienes estaban por allí.

Entiendo que el personal sanitario experimente en su profesión cierto endurecimiento del carácter. Hundirse con cada fallecimiento no sería soportable y minaría su valía profesional. Sin embargo, sí es exigible que se actúe siempre sin olvidar que el paciente 000764 es, en realidad, alguien esencial en la vida de un reducido número de personas. Todos los días mueren madres, pero la mía solo murió una vez… Debe valorarse la conveniencia no solo de lo que se hace, sino también de cómo se hace.

No acepto como excusa el escrupuloso respeto a los protocolos establecidos. Si así ha sido, están mal diseñados o son incompletos. Funcionan en la parte técnica y fallan gravemente en la parte humana. Nos hemos puesto en contacto por escrito con el responsable de la UCI del complejo donde murió mi madre y nadie nos ha respondido.

Nuestra intención es evitar que otras personas pasen por lo mismo que nosotros.

El hecho de que nadie haya respondido a nuestras cuitas, tres meses más tarde, nos ha hecho pensar una vez más en la soberbia de algunos médicos y en que quizás sea esa soberbia una de las trabas que impide que la sanidad sea más humana en nuestro país. Soy profesor y ese vicio también lo padecen muchos de mis compañeros… De ello hablo con mis alumnos de 2º de bachillerato antes de entregarlos a las facultades.

Le comentaba a Gabi que algunos de los alumnos que van a hacer medicina ya padecen de soberbia en estadios tempranos. Lo detectas en 4º de ESO. Son más listos que el resto. Todo lo hacen bien, se portan perfectamente y reciben reconocimientos constantemente en casa y en el colegio. La lucha de obstáculos que viene después acrecienta esa sensación: el bachillerato excelente para alcanzar la nota de corte, la carrera super-exigente, el MIR, la competencia interna,… Y ahí están las abuelas poniendo los ojos en blanco y presumiendo de nieto, las vecinas orgullosas y algo envidiosillas y la sumisión de los pacientes que ponen sus vidas en sus manos; la posición económica y, por ende, la social…

Una vez que han alcanzado un puesto de poder en un hospital, quién es capaz de hacer comprender a mis antiguos alumnos brillantes que puede que quizás estén haciendo algo mal?. ¿Cómo va a hacer algo mal alguien tan perfecto, que todo lo ha hecho tan bien siempre?.

Seguro que al responsable de la UCI donde murió mi madre le parecen nuestros remordimientos un exceso de sensibilidad y hasta puede que esté ofendidísimo por nuestros reparos. Pues le repito que no hay inteligencia superior a la mía que me pueda convencer de que soy yo el que está equivocado: Debería replantearse algunos aspectos de la organización de su planta para hacerla no solo eficaz, sino también humana.

Por Pascual Gallego (pascugallego@yahoo.es)