Hola a todos, mis queridos amigos.
Hace unos días contactó conmigo Juan Manuel Leyva Moral, Profesor Enfermería y Coordinador movilidad de la Escola Superior d’Infermeria del Mar de Barcelona.

Me contaba su experiencia al otro lado de la cama cuando falleció su padre hace 2 años tras sufrir un ictus hemorrágico.  De la horrible experiencia hospitalaria que vivió como hijo, como ciudadano y como enfermero escribió un relato descriptivo, originalmente pensado para hacer una reclamación que finalmente se quedó en un cajón porque no se atrevió a enviarlo.

Es bastante largo, así que os hago un resumen y para el que lo quiera leer, os comparto el PDF con permiso de Juan Manuel.

EL ICTUS DEL 380: experiencia de cuidados basada en la ausencia de humanismo

Barcelona, 7 de diciembre de 2011 
A/A Director/a servicios asistenciales Hospital General de XXXXX

Me llamo Juan M. Leyva Moral, soy enfermero y en la actualidad desarrollo mi labor profesional como docente en una Escuela de Enfermería, tras muchos años de experiencia en el ámbito asistencial (UCI y Atención Primaria). Le hago llegar estas líneas para expresarle mi insatisfacción en relación a la atención que mi padre recibió durante los días que estuvo ingresado en el centro que usted dirige.

Durante la tarde del pasado día 13 de noviembre, mi padre ingresó en el Hospital XXXXX afecto de un ictus hemorrágico. Una vez realizadas todas las evaluaciones diagnósticas se decidió ingresarlo en la Unidad de Cuidados Intensivos (box 1) para observación y tratamiento. La atención médica recibida fue objetiva, rápida y eficaz, pero por mucho que me duela tengo que decirle que la atención enfermera recibida fue devastadora. Quiero permitirme el lujo de darle algún detalle gráfico que espero le resulte igual desalentador como me resultó a mí y a los míos: 

1. Los horarios de visita. 

En el estado emocional de mi madre y hermanos era delicado y entendieron lo que pudieron. Nadie se preocupó por eso. (…) El problema vino al día siguiente por la tarde cuando las enfermeras o auxiliares en tono descarado, amenazante, dominante y exigente nos indicaron la obligatoriedad de la presencia de un único familiar dentro del box y de no hacer muchos cambios de familiares.

Una simple explicación pausada, empática y cercana hubiera sido necesaria para evitar este conflicto.

Mientras acompañaba y cuidaba de mi padre esa tarde, tuve la oportunidad de escuchar la conversación de las enfermeras en relación a lo sucedido: 

Enfermera A: “Pues fíjate que lo que me ha dicho la hija del 1, que la he tratado de forma borde. Yo no he estado borde!, sólo le he explicado las
normas y ella se ha enfadado”. 

Enfermera B: “Aquí lo que pasa es que no podemos hacer excepciones, debemos tratarlos a todos igual y debemos marcar ya desde el primer día!”

Me pregunto a que se refería cuando hablaba, a gritos, de “marcar” dado que parecía que hablaba más de ganado que de personas (…). Sólo un enfermero del turno de la mañana se presentó por su nombre en la UCI. 

2. Trato humillante a otros pacientes / familiares 

Enfermera C: “¿Qué diagnóstico le pongo a la del Box 4?” 
Enfermera D: “¿Diagnóstico? ¡Ponle pesada! ¡Eso es lo que es! ”

Esto a gritos en medio del control de la unidad. Me preguntaba dónde estaban los valores humanistas (y la educación general) que tanto hemos promulgado desde la docencia y la práctica enfermera.

Además esta misma Enfermera D, especialista en interrumpir el descanso de los pacientes dado los gritos que empleaba, dijo textualmente a una paciente “¡No te quejes tanto! Si te duele, te aguantas que bien te tendré que curar, ¿no?! “.

No quiero olvidarme de que se nos informó que era necesario que hubiera alguien siempre a la hora de las comidas y que de no ser así “quedará de los últimos y comerá frío porque aquí no podemos estar por todo”, un gran comentario para añadir angustia y culpabilidad la nuestro proceso.


El ingreso a la planta fue por la tarde. A la llegada, mi madre sufría por el hecho de que mi padre llevaba unos días sin hacer deposición. Con tono cordial y amable le comentó a la auxiliar (ahora sí, porque lo pude leer en la etiqueta del uniforme no porque se presentara ella misma) si sería posible hacer algo para ayudarle a defecar. La respuesta recibida fue “¡vaya! pues también llevaba días sin hacerlo a la UCI, ya le podían haber dado algo allí. Hoy tenemos muchos ingresos, deberá ser mañana”. Nos quedamos sin palabras. 

Pedí si se le podían colocar unas taloneras para evitar la aparición de úlceras por presión y la respuesta fue similar “en la UCI bien que no llevaba!”. Una vez le dije que era enfermero su actitud cambió un poco y fue mas permisiva y cordial. La enfermera apareció por la habitación una o dos veces, sin presentarse como siempre, con prisa y transmitiendo una sensación de “ahora no puedo estar por vosotros y, además, por su padre poco se puede hacer”. Afortunadamente, los días pasaron y pudimos comprobar que la actitud de tal enfermera fue puntual y el trato, aunque distante, siempre fue correcto. 

Otra experiencia dolorosa fue la intransigencia del equipo médico a la hora de informar a las familiar. Debía ser siempre entre las 7:30 y las 8:00 de la mañana y fuera de ese horario no se informaba de nada. Parece como si el horario estuviera escogido a conciencia para evitar informar a las familias, sobretodo teniendo en cuenta que se trata de un hospital que atiende a personas residentes a varias decenas de kilómetros de distancia. Las explicaciones siempre fueron breves y apresuradas, nunca por el mismo médico, y en ocasiones contradictorias. 

Nunca nadie nos preguntó cómo estábamos, si necesitábamos algo, si nos asustaba nada.

Nunca nadie nos ofreció un espacio para poder hablar, para poder expresar nuestras emociones. Daba la sensación de que nos rehuían para evitar abrir nuestra caja de las emociones.

Afortunadamente, un sábado por la mañana apareció una auxiliar que trató a mi padre por su nombre, sin consultar la pulsera identificativa previamente, que se dirigió a mí como hijo, que me preguntó cómo me encontraba, que me hizo entender que lo sucedido era muy duro y largo y que, en definitiva, le importaba lo que estábamos pasando. Me puse a llorar como deseaba hacerlo desde hacía días y ella me lo permitió, acompañándome con gestos empáticos y abrazos sinceros. No puedo más que felicitarla. Desgraciadamente, no volví a verla, y nadie más adoptó su papel, salvo un enfermero del turno de la mañana que no conocí personalmente pero tanto mi padre como mi madre hablaban maravillas de él. 

Otra experiencia digna de reflexionar sucedió durante una de las noches. En pleno uso de sus facultades, mi padre llamó al timbre dado que no se encontraba bien. Cuando vinieron estaba sufriendo una taquiarritmia. Curiosamente, pocos días antes algún profesional del turno de noche tuvo el placer de informar a mi padre que si llamaba mucho al timbre “¡se lo vamos a cortar!”. Esto lo explicaba mi padre con lágrimas en los ojos durante el pase de visita médica, con miedo y con sentimiento de culpa, acompañando el relato con un deprimente “yo tenía una perra que cuidaba mejor que lo que me cuidan ustedes aquí”.

Llegados a este punto, decidí hablar en persona con la Coordinadora de enfermería de la planta, la cual me atendió de forma calmada, educada y mostrando empatía por mis sentimientos pero cuestionando muchas de las cosas que le decía. He decir que días después de esta reunión con la coordinadora llegué a sentirme culpable de lo sucedido y tuve dudas sobre si lo que estaba experimentando era cierto o estaba maquillado por la alta carga emocional del proceso.

 Cada vez que pensaba en las lágrimas de mi padre, de mi madre y mis me convencía de que todo lo experimentado fue real y por eso resumo mi experiencia vivida como una “EXPERIENCIA DE CUIDADOS BASADA EN LA AUSENCIA DE HUMANISMO”. 

Soy consciente de que la situación económica de nuestro país es muy delicada así como de las medidas compensatorias que tuvo que ser utilizadas para paliar esta situación, pero nuestra profesión, basada en el humanismo, no puede permitirse un recorte en fundamentos teóricos y existenciales tanto sólidos como son el acompañamiento, la empatía, la educación, la discreción, la calidez y el respeto.

Espero que reflexione acerca de esta experiencia y mire de encontrar fórmulas para evitar el mal que otros usuarios puedan sufrir. Nosotros nos conformamos con esto, a nosotros el daño ya se nos ha hecho, pero nos sentiríamos plenamente satisfechos al saber que se adoptarán medidas para evitar situaciones como las que hemos vivido nosotros estos días. 

Reciba un cordial saludo. 
Juan Manuel Leyva Moral

Sin palabras,
Un abrazo.
Gabi