Recientemente leía en la plataforma Kurere palabras que curan el testimonio de Borja que comenzaba con esta frase: “Yo no soy mi enfermedad…”. Qué importante es ese sentimiento cuando se ha pasado por un acontecimiento crítico de salud, cuando aún se sufren sus consecuencias, o cuando se convive con la enfermedad de forma crónica. Ahí no se llega de forma rápida, ni fácil, y cuando por fin ocurre, es un ejemplo de resiliencia en estado puro.

En el caso del paso por una UCI, la experiencia vital es tan impactante que la mayor parte de las personas señalan un antes y un después de lo vivido. En muchas ocasiones, como puede suceder tras superar un acontecimiento traumático, ocurre lo que Janoff-Bulmann denomina una “sacudida de creencias”, es decir, hay un cambio de prioridades vitales, una valoración diferencial de lo que es importante y de lo que no en la vida, un reajuste de expectativas, vínculos, emociones y conductas. Cuando este proceso (que no se recorre sin dolor ni miedo) culmina con éxito, algunas personas incluso señalan la vivencia de un crecimiento personal. Para que eso ocurra, el individuo construye y suma a partir de lo que ya existe y tiene, es decir, sobre sus valores, manera de pensar, de emocionarse, de querer y ser querido…, en definitiva, sobre sí mismo, para así integrar las nuevas vivencias y formas de sentir, creciendo como persona a partir de todo ello.

Sin embargo, hasta que se llega ahí, es necesario poner el foco y grandes dosis de energía en la superación del proceso de enfermedad. Esto resta espacio a numerosas áreas de la vida, y por desgracia, en algunas ocasiones, vemos personas que se quedan ahí “enganchadas”, con altas dosis de sufrimiento y, en ocasiones, sintomatología ansioso-depresiva, evitación de contextos sociales y duelos de difícil resolución. Es más, el anclaje puede estar en la parte aparentemente “positiva” del proceso, en la etiqueta de “superviviente de UCI”, de forma que se centre todo reconocimiento personal en una fortaleza que antes era invisible a la propia mirada, ¡lo que no significa que no existiera!

La persona es su biografía y como dice Eric Cassell “quien sufre no es el cuerpo, es la persona”. Si pretendemos una atención sanitaria integral centrada en la persona necesitamos tener presente la narración de la historia de vida del paciente. Solo así podremos acompañarle en el proceso de recuperación del bienestar, integrando de la forma más saludable posible la experiencia en la UCI, y fomentando un aprendizaje sobre su capacidad de superación.

La enfermedad es un proceso que nos afecta (permanente o pasajero), no es nuestro ser. Cada ser humano tiene valor por su propia singularidad. Solo hay unas Meninas de Velázquez, un Guernica de Picasso… esas personas son, de igual manera, únicos y valiosos en sí mismos, una “obra de arte” cada uno de ellos. La dolorosa travesía que supone la enfermedad y el paso por una UCI puede hacerles descubrir nuevas fortalezas, crecer a través de la crisis vital, aportar importantes pinceladas al “lienzo” de su vida que luego pueden compartir con otros. Debemos ayudarles en ese proceso y aprender de ellos, sin que ser “supervivientes de UCI” se convierta en su nuevo y único carnet de identidad.

Por Macarena Gálvez.

  1. Kurere palabras que curan. Disponible en: https://www.kurere.org/
  2. Janoff-Bulmann, R. Shattered assumptions: Towards a new psychology of trauma. New York: Free Press; 1992.
  3. Cassell, EJ. The Nature of Suffering. Oxford University Press; 2003.