Hoy queremos relatar y compartir con todos vosotros la experiencia que hemos vivido durante esta semana en nuestras prácticas de 4º curso de enfermería en el servicio de Reanimación del Hospital Clínico de Valencia.

Nos llamamos Marta y Albert y queremos compartir el momento tan precioso y emocionante del que tú, Manuel, junto con tu hijo Pablo nos hicisteis participes. Nosotros solamente hicimos el papel de simples mensajeros que tuvieron el privilegio de transmitir un mensaje corto, directo pero lleno de amor y sinceridad, el cual nos tocó nuestra fibra más sensible.

Para ponernos un poco en contexto, el trabajo realizado por los enfermeros y enfermeras de las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) y de las Unidades, como en nuestro caso, menos conocidas pero no por ello menos importantes, de Reanimación (REA) es bastante duro y estresante, con un centenar de emociones en cada turno. Decimos esto, porque probablemente debido al estrés y la sobrecarga del cuidado del paciente en el aspecto más clínico, nos olvidamos del cuidado más humanitario, el que realmente cura el alma. Que sí, lo sabemos, es nuestra responsabilidad el manejo de tantas medicaciones, el control de las gráficas, de los monitores… pero también sabemos que esto no es incompatible con el cariño, la comunicación y amabilidad que podemos ofrecer a nuestros pacientes, además llevamos muy presente que: “la mejor analgesia son la cercanía, la amabilidad, el cariño, la risa y en definitiva, el trato cercano y HUMANO con el paciente”.

A lo largo de esa mañana nos dio tiempo a charlar con los pacientes conscientes y orientados que se encontraban con nosotros, finalizando “la ronda” contigo, Manuel. Empezamos a hablar de muchas cosas antes de que vinieran los vasculares a realizarte la cura, charlamos de cómo se nos presentaba el futuro a los jóvenes, del miedo a tener que irte fuera y estar lejos de tus seres queridos.

Primero nos preguntaste que de qué somos estudiantes, porque ves tanta gente al cabo del día que no sabes quién es quién; entonces fue cuando nos dijiste si podríamos hacerte un favor, nos miramos y respondimos que dependía del tipo de favor. Nos pediste que saliéramos fuera a la sala de espera y mirar a ver si encontrábamos “un chico joven, moreno, con barba, gafas y que suele estar con un portátil, que te has enterado que se encuentra fuera todos los días desde que estas aquí y que se pasa toda la mañana ahí fuera”, esperando la ansiada hora de las visitas.

Te respondimos que sin problema, a lo que Albert preguntó: “¿Se puede saber quién es?” y tú respondes: “Es mi hijo, se llama Pablo”. En eso nos estamos yendo hacia la salida para ir a buscarlo y desde la puerta vuelve a preguntar: “¿Pero qué quieres que le digamos?” y es ahí cuando nos contestaste la frase más emotiva que habíamos escuchado durante este período de prácticas: “Decidle que le quiero, que muchas gracias por estar siempre ahí, gracias por estar tan presente y que lo necesito”. 

Nosotros nos emocionamos, allá que salimos y  justamente nada más abrir la puerta nos encontramos un chico que coincidía con las características que nos habías descrito. Nos acercamos a él y le preguntó Albert: “¿Eres Pablo?”, a lo que responde: “Sí, soy yo, ¿pasa algo?” (todo esto más blanco que nuestro pijama), te temiste lo peor al vernos salir y preguntar directamente por ti. Admitimos que las formas no fueron las correctas, pero fue sin querer, no estamos acostumbrados a estas situaciones. Enseguida Albert te dijo que no te preocuparas, que tu padre estaba perfectamente dentro de lo malo y que se encontraba plenamente orientado y consciente, que acabábamos de estar charlando con él y que simplemente quería saber si te encontrabas aquí para decirte (ya con la voz entrecortada) que: “Te quiere, te necesita y que muchas gracias por estar ahí ahora y siempre”. Después de esto ya no podíamos aguantar la emoción, tú sobre todo Pablo, como te salió esa lágrima tan sincera y llena de amor, y como a nosotros se nos pusieron los ojos llorosos y el corazón palpitando de forma descomunal.

Pablo, nos contestaste: “Decidle que yo también lo quiero, que lo quiero mucho y que claro que estaré aquí para lo que él necesite”. Estuvimos un rato conversando con él y nos dirigimos dentro de la unidad para hacerle llegar la respuesta de este fantástico mensaje. Manuel, te emocionaste mucho al igual que tu hijo, cuando te hicimos llegar su mensaje y también cuando nos diste las gracias por haberte hecho este favor tan pequeño pero tan grande a la vez.

Desde aquí queremos daros las gracias, por habernos hecho partícipes de este fragmento de vuestra historia. Agradecemos el cariño que nos dais cada día que estamos tanto contigo Manuel, como contigo Pablo. Agradecerte también, Manuel, toda la fuerza que trasmites frente a las adversidades y con la satisfacción que haces que lleguemos a nuestras casas. Queremos reconocer la importancia que tenéis para nosotros, por hacernos crecer de manera personal y profesional, y sobre todo, por hacer que nos demos más cuenta de lo orgullosos que nos sentimos por pertenecer a esta profesión.  Por último, dar las gracias al conjunto de compañeros y compañeras del servicio, a todas y todos, enfermeros y enfermeras, auxiliares, estudiantes, médicos y médicas, responsables de la limpieza, celadores y sobre todo a vosotros los pacientes, por el valor que trasmitís y porque momentos así hacen impagables estas prácticas.

Muchas gracias de corazón.
Atentamente, Albert y Marta, estudiantes de 4º curso de enfermería de la unidad de REA del HCUV.