No estaba segura de escribir esto ahora o esperar a que las emociones vividas se enfriaran un poco… Decididamente, he preferido no esperar, y este rinconcito del Aeropuerto de Buenos Aires va a ser mi escritorio hoy.

Solo tengo palabras de admiración y agradecimiento a los profesionales de las UCI argentinas que han acogido a Proyecto HU-CI en estos días en Tucumán, para trabajar y reflexionar juntos en las Primeras Jornadas Internacionales de Humanización de la Salud: Cuidando al profesional del paciente crítico, que ha organizado la Universidad Nacional de Tucumán, la Facultad de Medicina y la Escuela de Enfermería, Cátedra de Enfermería de Alto Riesgo; con el licenciado Marcelo Morales como principal motor e impulsor de las mismas.

Tuvimos la oportunidad de visitar las diferentes UCI del Hospital Ángel Cruz Padilla de San Miguel de Tucumán. Ha sido apasionante ver el compromiso de sus profesionales y su intento de ir implementando poco a poco medidas de humanización. Sobre una pared de la UCI-1 hay un espacio donde colocan fotos de escenas con sus pacientes y familiares bajo el título “Cuidados Humanizados”. Tienen un gran porcentaje de pacientes jóvenes, en parte relacionado con los problemas de seguridad vial que, según nos cuentan, padecen, y eso influye en que las experiencias vividas sean en ocasiones de elevada intensidad emocional. En ese mural se reflejan muchas de ellas, y cómo el equipo los acompañó en esos procesos junto a sus familiares.

Su ratio enfermera/paciente es un ejemplo para nosotros, aunque, al igual que en muchas UCI de nuestro país, aún queda trabajo por hacer en infraestructuras, horarios flexibles/puertas abiertas, tienen dificultades para incluir a la familia en los cuidados, y existe un camino por recorrer en aspectos como el acompañamiento al final de la vida o el trabajo como equipo interdisciplinar con objetivos comunes. Es decir, compartimos retos y tareas pendientes.

Sin embargo, más allá de estas cuestiones logísticas que se irán desarrollando y mejorando poco a poco (no me cabe la menor duda), hay algo que me llevo impregnado en el corazón y que no tiene cabida en protocolos de actuación, infraestructuras o abordaje tecnológico. Cuando apartas la mirada de esas cosas hay algo que brilla con luz propia: la actitud de los profesionales que las habitan.

Durante la visita al hospital y en las Jornadas, interactuando con profesionales de distintas partes del país, he visto a profesionales intensivistas relatar emocionados algunas experiencias vividas, a equipos de enfermería realizar abordajes de humanización, aunque aún no estén implementados organizacionalmente en sus instituciones, profesionales ávidos de conocimiento, de contar lo que hacen y de absorber lo que se hace en otros lugares, y estudiantes de enfermería que desde los inicios de su formación se plantean que los conocimientos científicos y técnicos no son suficientes si no se acompañan de una formación en competencias relacionales y humanas.

He visto profesionales que, aun trabajando en dos lugares a la vez para poder afrontar situaciones económicas en ocasiones difíciles, se están planteando aproximaciones desde la investigación para conocer mejor su punto de partida y qué medidas pueden ser las más adecuadas. Tienen personas que desde la universidad están luchando por mantener la especialización académica de la enfermería crítica, y equipos directivos hospitalarios dispuestos a abordar y apoyar temas de humanización aún incipientes en sus hospitales.

Me llevo la maleta cargada de ejemplos de resiliencia, motivación y humanización.  He conocido personas que no dejan de avanzar a pesar de la niebla, porque como ocurre en el camino para llegar a los Valles Calchaquíes, solo manteniéndose en la senda, superando la vegetación selvática y atravesando las nubes que no dejan ver, se puede llegar a disfrutar del lago y de los Valles.

Solo puedo decir gracias, de corazón.

Por Macarena Gálvez