Estos días se está hablando mucho de los cuidados intensivos, la necesidad de ventiladores y de camas de UCI. Me atrevo a compartir por aquí mi día a día como médico especialista en Medicina Intensiva mezclando lo que hago, lo que pienso y lo que siento a veces…

Las 7:00. Suena el despertador y mientras intento abrir los ojos pienso en cómo habrá sido la noche de mis compañeros en la UCI. Hoy entro de guardia: vienen curvas. En mi casa nadie madruga. Soy el único que sale de casa y por eso les dejo dormidos. Me voy como un ninja. La calle vacía. Sensación de irrealidad. Silencio por fuera y por dentro. No me importa el tiempo que hace, los atascos, las noticias o los planes para después de trabajar. Intento imaginar como estarán los pacientes de la UCI: podremos dar algún alta hoy? Alguno habrá fallecido?

En el coche prefiero no poner las noticias. La energía positiva que necesito viene de la mano de la música de Sabina, Estopa, Izal o Ezra. Nunca fue más fácil dejar el coche en el parking del hospital. Con mascarilla y pijama me convierto en uno más del ejército naranja de la UCI.

Teníamos una UCI de 10 camas y ahora tenemos tres con 50 y estamos llenos. Teníamos ventiladores Evita y ahora tenemos mil tipos diferentes. Hemos multiplicado el personal y hemos sumado muchas manos generosas: intensivistas, anestesistas, resis de interna y otros especialistas.

Hemos transformado la REA en una UCI de 21 camas que llevamos entre intensivos y anestesia. Es un trabajo en equipo inédito. Los ventiladores son torres de quirófano, hay equipos de prono/técnicas, una cardióloga informa a las familias y dos médicos nos quedamos de guardia.

Nos juntamos en la antigua sala de espera de quirófano a pasar sesión: los compañeros que salen de guardia nos cuentan las incidencias: ingresos, extubaciones, problemas por resolver, cambios en el tratamiento, complicaciones y fallecimientos. Pensamos y decidimos juntos el plan. Al final del pase de guardia llega una de las preguntas más importantes: ¿Cuántas camas de UCI tendremos disponibles hoy? Cuando empiece a sonar el busca y nos llamen de la urgencia o de la planta por los pacientes más graves tendremos que ver cómo responder y dónde ingresarlos.

El trabajo en la UCI no cesa: pronar y despronar, revisar cultivos, antibióticos y nutriciones, ajustar el ventilador y el hemofiltro, cambiar vías, bajar al TAC, hacer una broncoscopia. Un momento de tensión: Un tubo está obstruído y la hipoxia nos obliga a cambiarlo corriendo.

Algunos pacientes van mejorando y los podemos despertar. Cada vez que quitamos un ventilador tenemos la sensación de estar ganando. Y cuando un paciente se va de alta todos aplaudimos. La sensación de equipo es increíble: médicos, enfermeras, auxiliares y celadores juntos sumando. Otros empeoran y se complican. Cuando un paciente sabemos que va a fallecer, después de muchos días de información por teléfono, le pedimos a su familia que venga. Necesitamos hablar con ellos en persona, cara a cara, que comprendan el proceso y que puedan despedirse de su familiar.

Al drama de los enfermos, del colapso de la sanidad y de los fallecimientos, se suma que esta enfermedad nos ha obligado al confinamiento, a dejar solos a nuestros seres queridos, sin poder coger su mano, cuidarlos y acompañarlos. En el momento final eso es un dolor devastador. Nos ponemos delante de una mujer (y de su hija) para explicarles que su marido (y su padre) va a fallecer y que comprendemos su dolor y su incredulidad. Nos quitamos la mascarilla. Lloran ellas y queremos llorar nosotros. Uno nunca se acostumbra a este dolor tan denso y amargo. Ofrecemos un pequeño consuelo: “podéis estar tranquilas porque hemos hecho todo lo posible y él no ha sufrido porque estaba muy dormido” La madre llora: “Ya sabes, hija, que siempre nos sale todo mal”. Lloramos todos y se despiden: “Muchas gracias, tened vosotros mucho cuidado”.

Después toca hacer una pausa para respirar hondo y recomponerse. Es un momento breve para coger impulso y volver a la UCI porque los pacientes siguen necesitando atención constante y el busca no deja de sonar. Estas experiencias dejan su huella y las llevas lo mejor que puedes. En la mañana hablas con un internista sobre la última actualización del protocolo, con farmacia xq hay problemas de stock con el Propofol, con el otorrino xq mañana hay traqueos, con los compañeros de la otra unidad para ver donde hacemos el siguiente ingreso. #TrabajoEnEquipo.

Todo el mundo está trabajando con una generosidad increíble. La mayoría somos conscientes del reto que estamos viviendo y que son momentos para sumar y no para quejarse (la mayoría) y es una actitud que se agradece muchísimo. Si pusiera nombres concretos la lista sería larguísima. Terminamos la mañana repasando juntos todos los pacientes para que el equipo de guardia continuemos con el plan durante el resto del día. Bajamos a comer muy tarde. Nuevo cambio de pijama, mil lavados de manos y un rato de conversación: unos animan y otros necesitan ánimos.

Suena el busca una vez más y bajamos a la urgencia: es Juan, un paciente de 64 años que con reservorio satura al 83% y está empeorando. La urgencia está abarrotada y hay 6 pacientes que pueden necesitar UCI en las próximas horas. Juan ingresa ya y vamos a priorizar con el resto. Antes de intubar a Juan, le explicamos en qué consiste y que informaremos a su familia. Está asustado, pero intenta poner de su parte. La intubación no es fácil con el oxígeno tan bajo, pero lo conseguimos. Con la ventilación mecánica, poco a poco va remontando. Le pronamos.

Este proceso se repite varias veces en la guardia:

– Suena el busca – Valoramos un paciente y a varios otros parecidos – Priorizamos e ingresamos al que lo necesita – Intubamos con oxígeno bajísimo. Pronamos – Cogemos vías, sonda, hacemos la historia y ponemos tratamiento. Agotador.

Y también hay momentos para escuchar a una enfermera agobiada, un compañero enfadado, un residente con dudas, un amigo que necesita información de su padre porque está ingresado en otro hospital. ¡¡Miras un minuto el móvil y ves 490 mensajes pendientes y algunos serán importantes!!

Cuando tienes todo más o menos tranquilo te vas a descansar un poco. Son las seis menos cuarto. Con un poco de suerte duermes hasta las siete y media… o no. El busca es traicionero y Murphy hace su tarea. Al final te levantas fundido, revisas como está todo y a pasar la guardia.

Una vez terminada la sesión de pase la sensación es de misión cumplida. Entonces bajas la guardia: el cansancio, el sueño y la montaña rusa de emociones te pasan factura: fantasmas, dudas, agobios y una extraña sensación de derrota te visitan, les echas, vuelven y acaban pesando. Ya solo queda terminar, un café, una conversación y un refuerzo positivo, una mirada de apoyo, algún abrazo y volver a casa a buscar descanso, refugio y recolocar lo que se ha roto en las últimas 24 horas. No es fácil estar al otro lado y recibir a un humano saliente de guardia.

Y sin embargo no cambiaría mi trabajo por ningún otro. Nos gusta lo que hacemos, nos gustan los problemas difíciles. Es un trabajo en equipo apasionante y estamos dando oportunidades a personas que están muy graves y que sin un ingreso en UCI no lo podrían superar. #MeGustalaUCI

Ser intensivista en tiempos de coronavirus es lo más complicado que me ha tocado vivir en lo profesional, pero también es la oportunidad para trabajar con generosidad, hacer equipo con otros especialistas y poner nuestra parte en esta pandemia donde todos somos imprescindibles!!.

Y cuando todo termine seguiremos haciendo esas cosas que tanto nos gustan y que tienen que ver con Proyecto HU-CI, InnovaHUCI y el Grupo Ítacay que sirven para hacer una Medicina Intensiva cada día mejor. Gracias a todos los que hayáis llegado hasta aquí. Espero que os haya gustado!

Por Carlos Velayos