Cuando me habló de su paso por UCI me sorprendió su primera frase:

“Es que esa UCI no sé… daba miedo”.

Me sorprendo. ¿Miedo? Conozco esa UCI y miedo no da, es nueva y está bastante bien, me cuenta que no le trataron mal en ningún momento, pero esa UCI daba mucho mucho mucho miedo. Sus ojos se empañan…
Pasó tan solo unos días allí, tiempo suficiente para que quede grabada a fuego su experiencia en su cabeza y su deseo: “no volver jamás a ese sitio tan horrible”.

Sentía dolor físico, pero soportable con la medicación, pero el otro dolor, el de la soledad… ese era insoportable. Se lo comunicó a la enfermera, que no quería estar sola, le tranquilizó con una sonrisa: “Enseguida llegará el horario de visita y podrás ver a tu familia”. Era una sensación total de abandono, no veía a nadie del personal sanitario cerca de ella y llegó la ansiedad, la desesperación… Su cabeza iba a mil y pensaba: “Esto me va a doler más. Y ¿a quién aviso? ¿Y si necesito algo? ¿Por qué tengo que estar sola?”.

Era una sensación agobiante, no poder moverse, no ver a nadie cerca, el sonido constante de máquinas, no saber qué hora era, no estar acompañada… Estaba tumbada sin poder moverse y por más que miraba a su alrededor su vista no conseguía alcanzar ver a ningún personal sanitario, por fin apareció una enfermera y pudo preguntar porque no había nadie allí. Muy amablemente le tranquilizó y le dijo que aunque ella no viera a nadie a su alrededor ellos la veían todo el rato… ¡Menudo consuelo!,

Me cuenta una anécdota. Aparece una enfermera y le dice que tiene que beber mucha agua, trae una botella pequeña con una pajita, se la acerca a los labios y bebe un sorbito, después se la deja encima de una mesita a su lado y se marcha. Me comenta que tenía más sed y sabía que tenía que beber agua, se miraba los brazos, intentaba moverlos pero estaban llenos vías, cables y aunque lo intentaba con todas sus fuerzas los brazos se negaban a moverse. ¡NO PODIA MOVER LOS BRAZOS! ¿Cómo iba a poder beber agua?.

Cuando ya piensas que nada puede ser peor, de repente ve una mosca alrededor de su cara. ¿Una mosca en una UCI? No puede ser, creyó estar soñando, pero no, allí estaba la mosca y con tan mala suerte que se le metió por el agujero del ventimask. Me cuenta que no sabe cuánto rato paso, si fue una hora, dos… Pero tenía la mosca dentro de la mascarilla, y ella luchaba con todas sus fuerzas por sacarla de allí, pensaba que se le metía por la nariz, por la boca… Angustia, mucha angustia, no podía mover los puñeteros brazos, aunque la amable enfermera le hubieran dejado allí la botellita de agua con la pajita a modo de florero. No había nadie con ella, las enfermeras que supuestamente la vigilaban todo el rato, aunque ella nos las viera, no vieron su angustia, sus movimientos intentando avisar de que por favor la ayudaran. Su voz se entrecorta y sus ojos se empañan….

Me dice: “Lloré como una niña cuando entraron mis familiares a verme, y más aún cuando escuchaba que el horario de visita había terminado. No quería quedarme sola, ha sido la peor experiencia de mi vida, obligada en contra de mi voluntad a quedarme sola”. Cerraba los ojos y por primera vez sentí y entendí lo que sintió Héctor al quedarse solo”…. Sus ojos se llenan de lágrimas.

Todo esto no hubiera pasado si hubiera estado acompañada por un familiar, una persona que no soltaría su mano, que le daría de vez en cuando un traguito de agua y que habría visto que una mosca se había metido dentro de su mascarilla de oxígeno. La familia no es la visita, la familia cuida y ayuda a la recuperación. ¿Hasta cuándo? Me duele escuchar profesionales decir NO a los hospitales de puertas abiertas. TODOS podemos vernos algún día en el otro lado. Y yo no quiero estar sola en esos momentos,  ¿y tú?.

Debemos luchar por cambiar el sentimiento de miedo al de seguridad, el del dolor al de esperanza. Es triste que el recuerdo de tu paso por una UCI sea este. No me resigno, nosotros no somos los locos, nosotros somos el sentido común: luchemos por #UCIAbiertas2020.

Por Esther Peinado.