Siempre he leído esto de humanizando los cuidados intensivos pero hasta esta noche no sabía lo que era.

Ayer tuve que ir por mi trabajo a interesarme por el estado de una persona ingresada en la UCI de La Paz, en Madrid.

Cuando salí del ascensor parecía que me encontrase en la planta 200 más que en la primera. Acostumbrado a ver la planta de urgencias me impactó la diferencia entre un sitio y otro.

Lo primero fue el silencio que allí había, solo lo rompía el llanto de familiares que esperaban en la sala de espera.

Cuando una enfermera me abrió para entrar dentro de la UCI entendí totalmente lo que significa HUMANIZANDO LOS CUIDADOS INTENSIVOS.

Parecía la antesala de la vida o la muerte. Observé las personas milimétricamente intubadas y enchufadas a máquinas que las mantenían cómo podían con vida. Era como si en cualquier momento pudiera morir cualquiera de los que allí estaban. Aquello era otro nivel mucho más alto que “la primera planta”, parecía que estuviera en un punto entre el cielo y la tierra.

Mi compañero me miró y me dijo: “nuestro trabajo es muy duro a veces, pero no me gustaría estar en el pellejo de los que aquí trabajan.”

El personal también parecía pertenecer a otro hospital, todos con un silencio cuidadoso, incluso en sus caras parecía haber más tranquilidad que en otras áreas a pesar de lo que se palpa que ven cada día.

Desde ese momento he sentido una grandísima admiración por todos ellos y por eso he decidido escribir estas palabras.

Para daros las gracias por ser no sólo unos grandísimos profesionales, sino unas maravillosas personas que salvan vidas.

Por Kike Tomé