99 días
Como si se tratase del país de las maravillas, los objetos cotidianos se transforman en oráculos de geometrías imposibles en el espacio de la UCI.Lo que era una rejilla de aire acondicionado, se muestra de repente como un jeroglífico que tenemos que descifrar si queremos seguir vivos. Siempre ese miedo de seguir vivos, de no caer en la casilla equivocada y desaparecer tragados por las arenas movedizas en las que se convertirá el colchón que ahora nos acoge.

Se despliegan en la cabeza, las aventuras de niños, de tebeos, cuentos, películas de terror que encuentran en esas pequeñas zonas de memoria, tierra fértil donde crecen y se hacen selva.

Encontramos en los brazos de los porta sueros, arboles de ahorcados del lejano oeste, en las maquinas que nos rodean, instrumentos de tortura con vida propia que nos atacaran si dormimos. Entramos en un estado de vigilancia y acecho desde la cama, nuestro castillo sin murallas ni foso, donde nos batimos contra dragones, serpientes gigantescas, hechizos y otras malas artes que siempre quieren destruirnos, o algo mucho peor, dejarnos presos en las mazmorras de ese país de maravillas, donde los conejos blancos y las alicias hace tiempo que se marcharon.

La memoria tiene tantas estancias, tantos armarios en cada una de ellas, para guardar tesoros de la otra vida, esa que dejamos tras las puertas de la UCI, que nos pertenece aun no habitándola, esa vida sin malos sueños ni drogas que calman pero también nos deforman el pensamiento, la memoria y el espacio.

Pensad, los que nos cuidáis a los dormidos, que no siempre vemos lo que sois, ni oímos las palabras que decís, que nos encontramos en el límite de vuestra realidad y nuestros sueños, sin distinguir cual es el lado correcto, con la esperanza de que en el siguiente despertar, reconozcamos el camino.