Hola a tod@s, mis queridos canallas. 
Lo primero…¡Feliz día del padre! ¡Feliz día del “hombre invisible”!. Ahí va mi pequeño homenaje para todos los tíos, y para todos los Josés (muy especialmente para mi padre y para José, el autor de “Volver para contarlo”.


Hoy quiero compartir con vosotros un relato que pertenece al blog Savor the Essence of life (disfruta de la esencia de la vida), publicada en Enero de 2014. Perdonad mi humilde traducción, podéis seguir en el link la versión inglesa, así como en www.humanizingintensivecare (aprovecho para informaros de que ya funciona el dominio british).


” El trabajo en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) es una expericiencia difícilmente descriptible con palabras. Ritmo rápido, intenso y estresante, tanto que a veces mi corazón se acelera tanto como el de mi paciente politraumatizado.

Algunos nos aman. Otros nos odian. Le prometo que usted no quisiera ser paciente en mi Unidad, porque de ser así, es que realmente está muy enfermo. Pero también le prometo que estará tratado por un equipo espectacular, que dispone de los mejores y más cualificados profesionales de la salud.
A veces trabajamos como locos, otras veces podemos parecer groseros. Tal vez usted piensa que nuestra actuación es totalmente inadecuada o incluso haya pensado “¿cómo van a actuar de esa manera tratando a mi familiar?”.
Lo cierto es que tenemos nuestras razones. Por eso les escribo esta carta a los familiares de los pacientes ingresados en la UCI de todas las partes del mundo.
Querido desencantado familiar de mi paciente de UCI:
Cuando entró a ver a su paciente, yo cantaba una canción en voz alta mientras colgaba una medicación intravenosa para su familiar.”¿Cómo?”, usted estaba algo desconcertado, y pensó, “¿por qué es tan inapropiadamente alegre, considerando que mi padre tiene un tubo en la garganta?”.
En primer lugar, simplemente es música. Después de todo, la música es una de mis cosas favoritas. En cualquier caso, no canto por gusto. Canto para calmar mis nervios y para intentar estar relajada. Tu padre casi se muere antes de que entraras. Estoy muy preocupada por él, pero no quiero que usted vea mi cara. No quiero que te preocupes más por él, porque ese es mi trabajo. Yo sólo quiero que lo ame.
Se que nos escuchó reímos y hacer algun chiste en el pasillo. Y lo entiendo. Usted no ve nada gracioso cuando es su madre quien está sujetada a una cama y rodeada de aparatos.
Lo entiendo. Me hago cargo. Espero que pueda entender que mientras estaba en la sala de espera, no sabe que acabamos de salvar a la joven de la cama de al lado. No podía respirar y ahora puede. No pensé que nos fuera a dar tiempo intubarla a tiempo.
A la vez, acabamos de reanimar al paciente de la cama siguiente. Cuando pensábamos que ya no saldría de la parada, después de muchas desfibrilaciones y haberle roto alguna costilla durante las maniobras de resucitación, volvió a la Vida. La paciente que estaba a su lado no tuvo tanta suerte. Lo dimos todo e incluso recé, pero ella se fue de todos modos. Así que abracé a su hija y dejé que llorara en mi hombro durante 20 minutos.
Algunas veces tenemos derecho a reir. Es la única cosa que sabemos hacer porque tenemos miedo a que si lloramos, no podamos parar de hacerlo.
Lo siento mucho si le pareció que no le atendí durante más tiempo. Sé que usted pensó que estaba siendo grosera, y que cuando salió se quejó de mí y dijo “ésta prefiere salirse a descansar a hablar conmigo”.
Pues no. Hoy no descanso. No quería ser grosera. Estaba desconcertada por un cambio en el electrocardiograma de su padre. Pensaba qué haríamos la próxima vez que su tensión arterial se desplomara. Voy a seguir dándole todas las medicaciones que usted ve colgando. Sé que usted no está listo para despedirse y yo no estoy dispuesta a tirar la toalla. Estos pensamientos a veces me distraen y me hacen no ser la conversadora perfecta.
Quiero que sepas que cuando veo a tu madre en este estado, siento su dolor. Pienso en mi propia madre que ya ha fallecido. Cuando las situaciones me recuerdan a ella, es como si se levantara la costra de mi dolor. Me ahogo en mis propias lágrimas mientras lloras, aunque no te lo muestre.
Querida mamá, mientras intentas mantener la compostura mientras estamos reanimando a tu hijo que no responde, tengo que luchar para no abrazarte y llenarte de mis lágrimas. Su situación crítica es una confrontación muy real de la fragilidad de nuestros hijos. No me gusta como madre. Voy a sudar sangre para salvar a tu bebé, porque podría ser el mío.
Mi querido señor, cómo voy a permitirme el lujo de llorar sobre su familiar enfermo. Siento que tengo que poner distancia. Lo siento, no puedo ser más fuerte. Por un momento me pongo en su lugar. Me imagino que es mi esposo quien está allí tumbado y lo siento de veras por usted. Entonces me subo al caballo de batalla  y lucho por su esposa. Solo quería que lo supiera.
Mi cantar, bailar, reir, mi comportamietno puede hacerle pensar que soy indiferente. Mi distracción o mi expresión puede hacerle pensar que nada me importa.
Pero SI ME IMPORTA.
Lo que no se ve, es cuando caigo derrengada al final de la noche, cuando acaba mi turno. Muchas veces me subo al coche, y en el parking me pongo a llorar. Todo el estrés de luchar por los pacientes, toda la pena no expresada, todas las emociones del día por fin tienen tiempo y espacio para ponerse al día. Ahí no canto ni rio. Ahí lloro. Luego me limpio los ojos, llego a casa, abrazo a mis bebés, beso a mi marido y me acuesto temprano para volver a la lucha al día siguiente, y al otro.
Solo quería que lo supieras.
Atentamente,
Su enfermera de la UCI.