En junio de 2018 la Organización Mundial de la Salud publicó la nueva Clasificación Internacional de las Enfermedades (CIE-11), y en este mes de mayo se ha presentado en la Asamblea Mundial de la Salud para su adopción por los Estados Miembros. Entrará en vigor el 1 de enero de 2022.

Una de sus novedades es la inclusión del desgaste profesional o burnout como un “fenómeno ocupacional”. El CIE-10 ya lo mencionaba en el epígrafe “problemas relacionados con dificultad en el control de la vida”, pero no con la definición y detalle de la nueva versión. En la clasificación actual se encuentra en el capítulo “Factores que influyen en el estado de salud o en el contacto con servicios de salud” (que incluye motivos por los cuales las personas contactan con equipos de salud, pero que no están clasificados como enfermedades o afecciones médicas). Concretamente, se define como: “un síndrome conceptualizado como resultado de un estrés laboral crónico que no ha sido satisfactoriamente manejado” y lo caracteriza bajo tres dimensiones:

  • Sentimientos de baja energía o agotamiento
  • Mayor distancia mental del trabajo, sentimientos de negativismo o cinismo,
  • Reducida eficacia profesional

Señalan su específica relación con el contexto laboral, y que no debe ser utilizado para describir experiencias en otras áreas de la vida.

Aunque son numerosas las voces que lo reclaman como tal, es importante recordar que, legislativamente, el burnout sigue sin considerarse una enfermedad profesional. Para ser catalogado así, debería aparecer en el listado de enfermedades del Real Decreto 1299/2006. Esta ley asocia el daño profesional a un agente causal (químico, físico, biológico…) y, a día de hoy, esa estructura hace bastante difícil la inclusión de este síndrome. Los daños a la salud no incluidos en ese listado y que se contraigan como resultado exclusivo de la realización del trabajo, se catalogan sin embargo como accidentes de trabajo y en nuestro país, existen ya numerosas sentencias judiciales que consideran así al burnout.

La nueva inclusión del burnout en el sistema de clasificación CIE-11 es importante porque:

  • Aporta visibilidad a un síndrome especialmente dañino con las profesiones que cuidan de personas (como la sanitaria)
  • Implica una nueva justificación y pertinencia para el desarrollo de la investigación que permita un mejor diagnóstico temprano y tratamiento.
  • Empuja a las organizaciones a considerar un riesgo laboral ante el que necesariamente tendrán que realizar evaluaciones e intervenciones preventivas, interventivas y de promoción de la salud.
  • La categorización diagnóstica de las personas afectadas se ligará a condiciones del trabajo, siendo las coberturas por contingencias derivadas del mismo superiores a las derivadas de enfermedad común o de accidente no laboral.

El ámbito de la salud laboral en nuestro país ha sido pionero en pasar de una perspectiva reactiva (de acción tras el daño o enfermedad) a una perspectiva preventiva y proactiva, y eso es así porque se parte de la base de que los procesos de salud no dependen solo de la ausencia de la enfermedad sino del trabajo en la promoción del bienestar laboral. Será importante no perder esa perspectiva.

Esperemos que esta inclusión del burnout en el CIE-11 permita que su afrontamiento pase de la simple medida del mismo a la acción sobre él, y que, a su vez, se conciencie a nuestras organizaciones sanitarias de la importancia de trabajar sobre el engagement, la vinculación con el trabajo, con aquello que da bienestar y sentido a nuestras profesiones asistenciales. Las organizaciones sanitarias no podrán promulgar una atención centrada en la persona si no comienzan por cuidar de sus propios profesionales.

Por Macarena Gálvez Herrer