Desde hace algunos años miro a las organizaciones de otro modo.

He dejado de apreciar exclusivamente el estrato técno-estructural -que ocupa espacio, tiempo y acaloradas discusiones- para prestar atención también a las endiabladas interconexiones que se establecen entre las personas.  Y eso es una carga muy pesada, al mismo tiempo que una fuente de aprendizaje.

Resulta paradójico cómo en los protocolos asistenciales se definen las tareas con suma precisión, pero se evita tomar conciencia de que esa tarea será inevitablemente compartida, quizá hasta con más de 3 tipos diferentes de profesionales sanitarios. En una somera aproximación sistémica a las organizaciones, podemos decir que la tarea adquiere, desde el primer momento, tantos matices como profesionales hay multiplicados por las interacciones que se producen en la realización de la misma. Es la aritmética elemental de los sistemas de trabajo.

En el traspaso de información ocurre algo parecido, con el agravante de ser una tarea esencialmente compartida. Aunque queramos negarlo, la calidad de la misma se cifra en el entendimiento con el otro, nuestros compañeros. Esta circunstancia nos produce ansiedad porque debe mediar acercamiento y hasta empatía. La ansiedad es incómoda y nos apresuramos a disiparla, a quitárnosla de encima. Para ello, los equipos de trabajo siempre encuentran acomodo en los principios básicos de WR Bion, gran estudioso de lo que ocurre cuando se juntan personas.

Sus principios son fácilmente identificables durante el traspaso de información: quién no ha garabateado figuras geométricas descuidadamente sobre una hoja en blanco durante un cambio de guardia (principio de fuga); quién no tenido la tentación de culpabilizar a otro Servicio por la mala evolución de un paciente (principio de ataque); quién no ha levantado el pie del acelerador en algunas decisiones porque mañana vendrá su médico habitual (principio de dependencia) o, finalmente, quién no se ha alineado a favor de un argumento con tintes mágicos con el propósito de ganar tiempo (principio de emparejamiento).

Quizá WR Bion pueda  removerse incómodo en su tumba por una aplicación tan sumaria de sus principios, pero seguro que aprobaría la utilización de los mismos en un espacio tan tecnológico como las UCI. Del mismo modo que también hubiera aprobado rotundamente que una sociedad científica (la SEMICYUC) haya considerado pensar en cómo realizar una tarea tan difícil -y tan social- como es el traspaso de información.  No hubiera aprobado nada más, porque WR Bion no fue una persona de protocolos.

Pero nosotros sí, porque es una pieza sobre la que se asienta la calidad.

Como pasaba con las tareas, hay tantas formas de leer el manuscrito de traspaso de información como profesionales se enfrentan a él. Sin embargo, en un manuscrito aparentemente homogeneizador (que lo es), hay un resquicio (y una oportunidad) para la singularidad y para compartir los matices desde una perspectiva netamente personal. Me estoy refiriendo al método narrativo. Contar una historia, y también lo es un ingreso en la UCI –o una evolución en las últimas 8h- , puede poner de relieve elementos emocionales (del profesional o del paciente) que den sentido al hecho de estar reunidos. Otra cosa es que las fronteras organizativas (el tiempo disponible, por ejemplo) nos haga anclar esas emociones en herramientas mnemotécnicas para ser más ordenados, pero el guiño ya está hecho. Otra cosa diferente, que nos llevaría a asomarnos a abismos por todos conocidos, es pensar que el primer mecanismo de protección en nuestro día a día es negar la presencia del otro y sólo esperar de él la información, para consumirla en solitario sin entenderla completamente.

Por Gonzalo Sirgo Rodríguez