El epílogo del libro del antropólogo Eudald Carbonell Los sueños de la Evolución, me cautivó.

“En el tercer milenio los homínidos continuaremos en el proceso de humanización, pero cada vez más rápidamente, y las contradicciones que se producen entre nuestro comportamiento primate y nuestra actividad humana se incrementarán más. Será necesario reorganizar el saber para que la socialización de la técnica sea mas eficaz, deberemos cambiar para que los sueños del ser humano no queden reducidos a los campos de niebla de la ciencia ficción, sino que se hagan realidad”. Fascinante cerrar un libro así.

Años después escuché a su discípulo Genís Roca defender ante un auditorio de adolescentes que la antropología daba respuestas al futuro analizando el pasado, que ahora vivimos el nuevo salto disruptivo tecnolóqico de la humanidad: el de la transformación digital. Jornada de puertas abiertas en el colegio de mis hijos… yo era el único padre asistente.

Durante años gracias a Gabi Heras tuve muchas ocasiones de argumentar que la Humanización era consecuencia del increíble salto que la tecnología médica hizo en la segunda mitad del siglo XX. Transformó nuestros paradigmas gracias a que la mortalidad disminuyó y las posibilidades de tratamiento se dispararon aún pagando el precio de perder los valores del humanismo por el camino. Esa corriente que considera que el hombre está en posesión de las capacidades intelectuales potencialmente ilimitadas y considera la búsqueda del saber y el dominio de las diversas disciplinas como condición necesaria para el buen uso de estas facultades. Habíamos sobredimensionado la tecnología y las disciplinas: eran el centro de atención del sistema sanitario cuando debería serlo las Personas. Era cuestión de tiempo corregir esta anomalía porque se había perdido el equilibrio. Para mi, esta inquietud subyacente es el origen humanización.

Por esto, desde un punto de vista pragmático y a pesar de la incomprensión defendí que las empresas de biotecnología debían apoyar esta corriente. Que esa #benditalocura era una ola imparable de reconciliación, de cercanía a esos que hoy libran la batalla de su vida contra SARS-CoV-19 y que la responsabilidad social corporativa de las compañías pasaba por la proximidad, la empatía y el aprendizaje de esa corriente que nos llevaría a formular mejores productos y servicios para la sanidad si escuchábamos. Algunos, pocos, finalmente lo comprendieron. Pero esto, en el mundo del liberalismo salvaje que promueve la búsqueda del beneficio y el individualismo era como girar el volante de la zona de confort en la autopista.

Estamos asistiendo de manera natural a un desborde la de la tecnología para comunicarnos mejor, cuando su uso antes de la pandemia era incipiente. Pero cuando entremos en la era del Big Data y el uso masivo de datos acelerará la sanidad. Veremos personas tomando decisiones para las personas, aunque lo llamaremos algoritmos. Hace tiempo que vimos que las UCI no deben tener muros, que los dispositivos estimulan en positivo el burnout, que las alarmas pueden ser inteligentes o que la arquitectura debe ser humanizada incluso para integrar a la familia en el cuidado.

Hoy vivo la crudeza del confinamiento entre la sobredosis de información que me asalta pero con la libertad que me invade para decir que lo pienso. Un mensaje a los Capitales del “a posteriori”, a los Profetas del “Yo ya lo dije”: es ahora, en tiempos de aceleración, cuando toca hundir los muros mentales: ha llegado el momento de la convergencia… es ahora cuando la Tecnología va acelerar la Humanización.

Evolucionen sus productos y soluciones en esta línea, añadan valor a su empresa, añadan valor a la sociedad.

Por Carles Calaf

Imagen: Victoria Trasmonte. Proyecto Acortando la Distancia, ideado por mienfermerafavorita y gracias al soporte del grupo Másmovil