Hola a tod@s, mis queridos amigos.
Hoy visita el blog alguien muy especial. Una amiga reciente, o quizás no tanto, que vive en el fin del mundo en las tierras escocesas aunque es catalana de nacimiento. Elena Lorente es enfermera y tiene un blog precioso y lleno de sensibilidad: De Tots El Colors, un blog sobre el Cuidado de lo Invisible, lo Intangible, lo Esencial.
Quizás el Método Científico es justo todo lo contrario. Quizás no todo tenga explicación. Igual hemos de mirar más y escuchar con el corazón. Las cosas son como somos.
Bienvenida a Proyecto HU-CI, creo que podremos aprender mucho de ti. De momento, mantiene viva la llama que prendió Yasmina el martes…
Este es su post. Que lo disfrutéis.
Nunca nos parece buen momento para abordar el tema de la muerte con los pacientes. Y es así tanto en la atención primaria de salud como en la hospitalaria.
Morir bien es un derecho y del mismo modo que hablamos de calidad de vida y organizamos los cuidados en torno a esta premisa, la calidad de muerte también debería ocupar su lugar en los planes de cuidados.
Si ya desde atención primaria nos sentáramos a hablar de la muerte con los pacientes crónicos con calma, con naturalidad; si escucháramos lo que significa para cada uno de ellos morir bien, estaríamos contribuyendo a mejorar su calidad de vida.
Respecto a la atención hospitalaria, con frecuencia se asume que si el paciente no pregunta es porque no quiere saber. Pero la realidad es que a lo mejor no encuentra nunca el momento oportuno de hacerlo porque jamás se lo hemos brindado, o no sabe cómo plantear la pregunta, o teme la respuesta, lo que no significa necesariamente que no quiera saber.
Asumimos también que los pacientes ya intuyen o saben cuándo está cercana la muerte, ¿Para qué darle vueltas al tema? Con esa excusa aligeramos nuestra carga, silenciamos nuestra conciencia y damos la espalda al paciente. Nos olvidamos de que esa “no acción” contribuye a construir una burbuja invisible de aislamiento y soledad en lo que, tal vez, es el acto más importante de la vida; morir.
¿Es ético silenciar la realidad de la muerte cercana, negar esa información al paciente por nuestra incapacidad de abordar el tema? ¿Es ético facilitarla sólo a la familia? ¿Nos pertenece esa información? ¿A quién estamos protegiendo?
Por otro lado, si es un error asumir que el paciente no quiere saber, también lo es pensar lo contrario. ¿Cómo lo hacemos entonces? Empezando a conjugar otros verbos además de “hacer”, empezando a “estar, escuchar, observar, acompañar”.
Necesitamos aprender a relacionarnos de forma terapéutica, a crear el espacio adecuado, encontrar el momento oportuno para averiguar qué quiere saber el paciente, hasta dónde quiere saber, y con quién quiere compartir esa información. Necesitamos aprender también a respetar sus decisiones, y a no juzgar.
Además del bienestar que esto generaría a todos los niveles en los pacientes, y en los profesionales, estaríamos actuando desde la ética del cuidado, evitando intervenciones innecesarias, y probablemente, reduciendo el gasto sanitario.
La buena muerte no puede ser jamás fruto de la improvisación. Pararse a pensar, pararse a escuchar antes de actuar es a menudo el gran desafío en las unidades de urgencias, agudos y críticos; pero puede ser lo que marque la diferencia.
Muy buena reflexión, creo que el tema de la muerte y los moribundos sigue siendo tabú en el entorno sanitario, yo doy un diagnostico, realizo unos cuidados pero que el paciente no me hable de sus sentimientos que eso no me compete; no estoy del todo segura creo que es porque en el fondo no tenemos la formación suficiente para afrontarlo, en las carreras no nos han enseñado a abordarlos así es que la ahí estamos en primera linea de batalla obviando algo tan importante dejar exteriorizar lo que sentimos y pensamos. Ojalá en las universidades se empezara a impartir sesiones de comunicación y escucha activa, que bien haríamos al paciente !! Pero que bien nos haríamos a nosotros mismos.
Para poder hablar de la muerte de otros y empatizar de verdad con su proceso, antes tenemos que trabajar la muerte nosotros mismos. Pensamos que la muerte no es un tabú para nosotros, porque la vemos todos los días, pero lo es… Porque vivimos en la misma sociedad que nuestros pacientes, una sociedad que lucha por esconder el sufrimiento. "Para poder cuidar hay que cuidarse a uno mismo".
Estoy de acuerdo con Bea R, los médicos no tenemos mucha idea de cómo enfrentar el tema porque para nosotros mismos es un tabú, en realidad no creo que sea nuestra culpa, es la sociedad occidental en la que vivimos, es esta cultura. Quizá no deberíamos tener miedo a la muerte, quizá deberíamos hablar más del tema. He estado leyendo acerca de las experiencias cercanas a la muerte y creo que la gente que ha pasado por ellas tienen mucho que aportar al tema. Sería interesante introducir el conocimiento de estas experiencias en nuestra cultura, puesto que están ahí y entre un 2 y un 4% de la población las ha experimentado.
Yo también creo que lo que nos pasa es que tenemos miedo a hablar de la muerte cuando está cercana, cuando no es algo lejano e intangible.
Hoy una paciente mayor, con un montón de antecedentes, una peritonitis con mala evolución, cuando le hemos dicho que le íbamos a hacer un TC y que a lo mejor había que volver a meterla en quirófano nos ha dicho que no, que no quería que le hiciéramos nada más, que la dejáramos morir en paz. Mi respuesta, la del cirujano y la de su familia, de entrada ha sido " no diga eso, mujer". Luego he pensado que la señora estaba en sus cabales, tal vez más que todos nosotros, me he asegurado que conocía las consecuencias de su decisión y como se ha reafirmado en ella me he llevado a la familia al despacho y tras hablarlo entre todos han decidido respetar la voluntad de la mujer. Llevo ya unos años en esto y creo que esta es la primera vez que nadie trata de convencer al paciente de que acepte el tratamiento por el simple miedo a aceptar su muerte.
El paciente puede no preguntar por miedo a no entender o por verguenza. No necesariamente por miedo a saber. El vocabulario médico es de difícil comprensión para la mayoria de las personas, si además la empatia médico paciente es pobre o inexistente la situación empeora exponencialmente.