Lunes a la mañana, como cualquier otro lunes que empieza la semana. Desayuno familiar, todos se despiden y comienzan sus rutinas.

12 del mediodía, llamada telefónica de número desconocido, familiar internado en UTI por incidente vial grave. El mundo se termina, caemos en la cuenta de que somos seres finitos, que un día puede sorprendernos la muerte.

Hora del informe, el médico de guardia explica que tiene una lesión cerebral grave y el diagnóstico es muerte encefálica. Explica lo que significa y llega el momento del gran pregunta… ¿Es donante? Ustedes,  ¿que piensan de la donación de órganos?.

Y llega también el momento de que nosotros pensemos este tema, lo entendamos y podemos expresar nuestra voluntad y contarla a nuestra familia.

La Ley argentina dice que aquellos que no han expresado su voluntad son donantes presuntos, y es importante remarcar que uno habla de voluntad cuando se registra como donante, es un deseo de que se realice eso llegado el momento. Pero la familia de cada uno es quien tiene la última palabra, por eso no debemos de tener miedo y comenzar a hablar de este tema en las cenas familiares. Uno no puede iniciar un operativo de ablación sin el permiso expreso de los familiares y luego de haber determinado fehacientemente la muerte encefálica.

Muchas veces me toco escuchar como médico que se  limitan los tratamientos para poder tener más donantes, y es una gran falacia. Como especialistas en terapia intensiva nuestro trabajo es que todos los pacientes que ingresan puedan volver con su familia, literalmente evitamos que se mueran. Pero hay patologías que conllevan tal gravedad que la evolución escapa a cualquier método terapéutico que se pueda implementar, y llega ese momento en que debemos hablar de donación de órganos, porque si no podemos salvarlo, nuestra misión, como médicos y como seres humanos, es salvar la vida de alguien más.

Ser donante de órganos es el acto altruista más grande que podemos realizar como personas, es el momento en que nos convertimos en superhéroes sin trajes. A veces no podemos tomar la dimensión de que donando le cambiamos la vida a diez personas. Diez!!.

Personas que ya no dependerán de máquinas, que podrán retomar su vida habitual, que podrían ser padres, madres, deportistas, que antes por sus enfermedades no podían hacerlo. Nos sorprendemos cuando vemos los logros alcanzados por la gente, y lloramos cuando alguien en emergencia nacional fallece, pero desde la comodidad de nuestro sillón. Es hora de ser proactivos.

A todos nos gusta vivir, porque no poder compartir eso con alguien desconocido que nos necesita.

Es momento de empezar a pensar como sociedad en el que tenemos al lado.

De convertir nuestra sociedad en una sociedad comprometida con el otro, de formar una comunidad donante.

#SoyDonante.

Por Eduardo Serra