Hace unos días decorábamos la casa con diferentes motivos navideños en familia, y hablábamos sobre cosas que habíamos hecho durante este año tan especial (y que no detallaré porque estoy realmente cansado física y mentalmente, como profesional de primera línea y como ciudadano de esta situación).

Mis hijos me dijeron que les había gustado mucho un día mientras jugábamos con el hospital de los playmobil. Me preguntaron qué era eso de la humanización de las urgencias hospitalarias,  sobre lo que hablaba de forma frecuente a través del ordenador. Les contesté haciéndoles preguntas, y proponiéndoles que las respuestas que me dieran las tendrían que representar con esos clicks con los que nos entreteníamos.

Quise indagar más sobre este recuerdo, y les interrogué si se acordaban de las preguntas y de lo que construyeron. En seguida, se pusieron a pensar, y empezaron a enunciarme cada una de las preguntas, y las respuestas que me dieron, así como lo que habían construido. Yo no daba crédito porque se acordaban perfectamente:

  1. Si no te sintieras bien, ¿te gustaría estar sola o acompañada?

  • Acompañada.

  1. Cuando tienes que hacer algo que no sabes, ¿te gusta que te explique cómo hacerlo?; cuando bajas a jugar al recinto con tus amigos, ¿habláis y os ponéis de acuerdo sobre lo que jugar?

  • Me gusta que me lo expliques, y claro que hablamos y nos ponemos de acuerdo.

  1. Cuando te duele algo o te preocupa algo, ¿qué te gusta?

  • Que me des algo para quitarme el dolor y que me escuches.

  1. Cuando vas al cole y tienes que hacer cosas en clase, ¿te gusta trabajar contento y en equipo?

  1. ¿Tú crees que el abuelo Juan, necesita ayuda? ¿qué personas necesitan ayuda?

  • Claro Papá, ya está muy viejito y necesita hasta un “aparato” para andar; los ciegos, los que van en silla de ruedas…

  1. Te acuerdas qué le pasó a la abuela Toñi

  • Sí, que se puso malita y se murió.

  • Sola no, ¿verdad?.

  • No, acompañado de su familia.

  1. ¿Cómo te gustaría tener la habitación para dormir?

  • Con un sitio para colgar fotos, con un ordenador, con una tv, con cuadros “chulos”…

Me llamó la atención, que recordaran después de varios meses, esas preguntas y construcciones, su ilusión y entusiasmo, y como habían sido capaces de dar respuestas, representar y sintetizar, cuestiones esenciales en la asistencia sanitaria urgente, y en general, en cualquier ámbito de ésta: el acompañamiento, la comunicación, el bienestar físico y emocional, el sentirse bien en el trabajo y hacerlo en equipo, el identificar a personas vulnerables, la muerte como una etapa más en la vida que hay que naturalizar, y las estructuras físicas como elementos facilitadores de dicha asistencia.

De nuevo, me paré a reflexionar, y sentí la necesidad de preguntarme si esas cuestiones que yo trasladaba al ámbito sanitario, no eran ni más ni menos que necesidades intrínsecamente humanas que forman parte de la vida, más allá de cualquier ámbito de análisis: sentirse parte de algo y de alguien, tener la posibilidad de expresarte y de ser escuchado, de sentirte bien física y emocionalmente, de ayudar y ser ayudado, de tener consciencia de que somos seres finitos, y que, queramos o no, estamos interconectados.

Todas estas ideas, me llevaban a la concepción de persona como ser biopsicosocial y emocional, sin fisuras naturales. Por tanto, entendía, que cualquier acción que se diera entre personas, tenía que situar a éstas en el centro y debería de tener en cuenta estas dimensiones y, por consiguiente, estas necesidades, independientemente del marco de acción.

Me alegré de las reflexiones que estaba haciendo, porque me daba cuenta que la humanización me había regalado un viaje que acababa de empezar y que me estaba haciendo percibir la vida desde otras perspectivas. Era una persona, allí donde me encontrara.

Me alegré de las reflexiones porque en el viaje lo compartía con viajeros esenciales en mi vida.

Me alegré de las reflexiones porque dos niños me habían inyectado una dosis extra de ilusión. Me demostraban que es necesario moverse con hechos concretos y que soñar te mantiene vivo.

Con esa misma ilusión, volviendo a ser niño, os deseo felices fiestas

Por Benjamín Yáñez