Otra mañana en el Centro Coordinador de Urgencias y Emergencias (CCUE).
Decenas de llamadas a la hora, un entorno poco o nada amigable, menos y menos tiempo para asumir la cola de llamadas… hacen este entorno todavía más hostil. Poco ayuda tanto lenguaje técnico: plataforma, protocolos, claves, recursos, TETRA, GIS, GPS… apenas permiten reconocer al ser humano al otro lado:
– “Es mi padre. Se acaba de desplomar. ¡¡Creo que ya no respira!!”
– “¡¡Mi niño está convulsionando!! Sí, sí, ¡es la primera vez! ¿Fiebre..?”
– “No, no, el dolor no se me va al lado izquierdo…”
Tecnología y velocidad, hijas de nuestro tiempo, amenazan romper la comunicación con paciente y familia. El reto de descubrir la emergencia, esa luz apagada entre un mar de bombillas, acentúa una presión difícilmente soportable que amenaza despreciar el resto de demandas y el entorno de todas ellas.
Por diferentes motivos, ni la emergencia vital ni los problemas sociofamiliares conforman el grueso de la demanda. No obstante, todas ellas comparten la angustia y el dolor del que pide ayuda, y cientos de historias personales detrás. Huérfanos de su norte, la respuesta debe ser todavía más “integral” y humana.
Asumir este reto hace necesaria una mayor inversión en #humantools por parte de todos. Formación específica, entrenamiento en crisis y herramientas adecuadas a una nueva realidad. A mayor dificultad, mayor esfuerzo por nuestra parte. Desde este portal, apenas aprendido en fecha reciente el valor curativo de la mirada, la sonrisa, la mano y la palabra: ¿cuál es aquí el valor de estas cuatro herramientas? ¿Acaso puedes verme sonreír del otro lado del teléfono? ¿Qué puedo hacer cuándo no puedo verte ni tocarte?.
Así como el invidente que compensa su limitación con el resto de los sentidos, el trabajo en el CCUE exige una escucha todavía más despierta y empática, capaz de liberar el camino a una palabra cálida, cercana, compasiva… Una palabra que, al tiempo que guía el diálogo, extrae los datos de tu enfermedad y guía tus pasos en la crisis, descubre el valor añadido de ser quien eres y la forma de poder ayudarte.
José Luis, 65 años, al teléfono. Crisis asmática grave. Vive solo. – “No pue… puedo… respirar! ¡Me estoy… mareando!” – ¿Me escucha? Estamos en camino. No cuelgue. Deje la puerta abierta y avise a un vecino.
Mujer, sin nombre, unos 35 años. Coma no traumático mientras pasea a su perro. Nadie más en la calle, sin documentación ni conocidos. Tobi (lo pone en el collar) sigue atento con la mirada, queriendo ayudar. ¡Qué listo! – Centro
Iker, 9 años, al teléfono. Su abuelo acaba de quedar inconsciente. – ¿Puedes decirme dónde vives? […]. -“Está haciendo un ronquido muy raro..!” – ¿Sabes ponerlo de lado? Haz lo que yo te diga. – No cuelgues el teléfono. Sal de casa, cuida que no se cierre la puerta y avisa a un vecino. Estamos en camino. Diles que estén pendientes.
Julián, 88 años. Alta a residencia tras varios ingresos. – Llama Jose, el conductor de la X35. Por seguridad, dice que no puede llevarse todos los objetos del paciente: una maleta, dos cuadros, un andador y tres bolsas grandes de basura. – “No puedo perderlo, es todo lo que tengo. Mi vida son estas tres bolsas”.
Esperamos en estos días con avidez la presentación de José Antonio Ángel Sesmero en el II SIMPOSIO COORDINACIÓN EMERGENCIAS SANITARIAS, los próximos 2 y 3 de Marzo en Toledo.
Buen día.
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