Julio 2007
 Un molesto y ensordecedor ruido me despierta.Intento abrir mis ojos pero una luz me enceguece.

En mi boca una sensación dolorosa que me quema por dentro. Mis mejillas se sienten ajustadas a la presión de algo que me sujeta alrededor de mi cara. Con mucho esfuerzo, abro mis ojos. El ruido no cesa. Intento moverme y no puedo. Mis manos pegadas a la cama sujetadas en mis muñecas. Y reacciono…

Mi existencia yace desnuda y vulnerable en una cama, adornada de cables, maquinas y aparatos por doquier. De lejos escucho una voz que grita: “La cama tres se despertó”, alguien desde otro lado le responde “Seguí con lo tuyo no más, esta atada”.

Alguien se acerca, me mira, toca mi pie y me dice “Tranquila”. Esa irónica palabra que escuche mas de 100 veces mientras estuve en ese lugar.

Y ahí estoy, en ese rincón, cada hora intentando mantener contacto con cada uno que pasa a los pies de mi cama. Mirando el techo y mi alrededor. Sola, ausente para el mundo, absorbiendo la apatía, el adormecimiento de las emociones y el sentimiento de que a nadie le importas.

Cada día que pasaba, mi mente y todo mi ser se aferraba a una imagen del majestuoso cielo, en noches oscuras, en la calidez de una manta en el suelo, contemplando el brillo de las estrellas y vos a mi lado.

 

Sabía que estabas detrás de esa puerta. Esa mujer alta, piel clara, cabello oscuro, con los ojos morochos mas lindos que vi el día que nací. Te imaginaba parada o sentada en alguno de los bancos de ese frío pasillo, esperando. Con cara de tristeza, ojos brillantes pero llenos de esperanza, tu sonrisa alejada de la realidad, tus manos inquietas traspasando con tu alma cada cuenta del Rosario que rezabas por mi y por todos mis “compañeros de cuarto” de esa UCI.El ingreso de las visitas eran las dos horas al día que contaba desde que me despertaba hasta que me dormía. Era el mágico momento de sentir que la vida corría por mis venas cuando tomabas mi mano y me hacías sentir tu amor verdadero. Escuchar tu voz, tu canto y verte sonreír eran el antídoto para todos mis males.

¿Acaso era tan difícil que le permitieran quedarse unos minutos más? ¿Tan difícil explicarle con palabras ajenas al lenguaje medico mi situación actual? ¿Tantos los enfermos que atender? ¿Tan difícil consolar? ¿Tan difícil sentir compasión?.

Desde las experiencias que nos tocan vivir forjamos cambios en nuestro interior, hacia las personas y hacia las circunstancias. Nada cuesta menos que aliviar una pena.“El amor y la compasión son necesidades, no son lujos. Sin ellos la humanidad no puede sobrevivir” (Dalai Lama).

Natalia Figueroa
Lic. en Enfermería
Instructora del Curso Enfermería en Cuidados Críticos SATI