Javi es un intensivista grande. En tamaño y en persona. Es un buen amigo y excelente intensivista.


La madre de Javi se muere en el Box1. Los dos lo saben, se miran a los ojos y lo saben. Intentan reconfortarse mutuamente, se hablan en susurros, saben que les quedan pocas palabras que decirse y pocas miradas que compartir. Los días pasan y su estado empeora. Poco debe explicarse a un intensivista de estos procesos, así que toma una decisión: le da el alta en UCI y la traslada a sala de hospitalización convencional. Allí, sus familiares se despiden de ella, le dicen lo buena madre, hermana y esposa que ha sido, le arrancan sonrisas, la reconfortan con palabras de aliento mientras poco a poco se apaga.


Esa tarde Javi baja a la unidad, los ojos enrojecidos hablan del desenlace, y nos abraza uno a uno, entero, grande. Dolido por la pérdida, feliz porque ha compartido con su madre los últimos días, las últimas confidencias, las últimas miradas, los últimos cuidados.
Acuden a mi memoria las palabras del poeta brasileño Fabrício Carpinejar:
“Mi amigo Joseph Klein acompañó a su padre hasta sus últimos minutos. En el hospital, la enfermera hacía la maniobra para moverlo de la cama a la camilla, tratando de cambiar las sábanas cuando Joe gritó desde su asiento: Deja que te ayude . Reunió fuerzas y tomó por primera a su padre en su regazo. Colocó la cara de su padre contra su pecho. Acomodó en sus hombros a su padre consumido por el cáncer: pequeño, arrugado, frágil , tembloroso. Se quedó abrazándolo por un buen tiempo, el tiempo equivalente a su infancia, el tiempo equivalente a su adolescencia, un buen tiempo, un tiempo interminable. Meciendo a su padre de un lado al otro. Acariciando a su padre. Calmado el su padre. Y decía en voz baja : Estoy aquí, estoy aquí, papá! Lo que un padre quiere oír al final de su vida es que su hijo está ahí”. (“Todo filho é pai da morte de seu pai” versión al español Zorelly Pedroza).


Dejar ir, acompañando. No puedo definirlo mejor. Ciertamente somos los enfermeros quienes más receptivos somos a la limitación del esfuerzo terapéutico, y a que los familiares compartan los últimos momentos con el paciente, como hizo Joe con su padre en el poema de Carpinejar.


Como hizo Javi con su madre.


Como espero que algún día mi hijo haga conmigo. Porque lo único que quiero oir al final de mi vida es que mi hijo está ahí.

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Consorcio Hospitalario Provincial de Castellón