Históricamente las grandes epidemias nos han cambiado económica y socialmente, y estas transformaciones se han plasmado en la arquitectura. Tras la peste negra, la viruela, la peste bubónica o la gripe española, las estructuras de las ciudades se replantearon y cada vez se fue tomando más conciencia de que estas tenían que tener unas condiciones mínimas de salubridad. A medida que las ciudades han aumentado sus condiciones higiénicas la salud de sus ciudadanos se ha protegido más y mejor.

Durante la peste negra (1347-1350) las pulgas campaban a sus anchas en una sociedad con una higiene mínima, por lo que se instauró una política eficaz para la higiene pública.

Tras la peste bubónica (1477-1479) Leonardo Da Vinci comenzó a investigar qué había provocado la muerte de una de cada tres personas y su conclusión fue “que la plaga se expandía por las malas condiciones sanitarias y que la salud de los ciudadanos estaba relacionada con la salud de su ciudad” -afirma Walter Isaacson en su biografía Leonardo Da Vinci-. En 1487 Leonardo diseñó su “ciudad ideal” que garantizaría salud y belleza, para conseguirlo lo más importante sería separar el tránsito de personas del tránsito de animales. Lamentablemente esta ciudad ideal no llegó nunca a construirse.

Al finalizar la gripe Española (1918-1920) se tomó conciencia de la peligrosidad del virus y se comenzó a investigar en laboratorios, creándose centros específicos con la tecnología y el método científico adecuado para llevar a cabo las investigaciones.

Estos son algunos ejemplos de cómo la arquitectura se ha ido adaptando y transformando para ayudar a mejorar la calidad de vida y la salud de las personas.

En este momento nos encontramos ante otra página en blanco. Probablemente nuestra forma de vivir y de relacionarnos cambie y la arquitectura se modificará para adaptarse a estos nuevos cambios. Últimamente he leído muchos artículos sobre cómo afectará el COVID-19 a la arquitectura. Incluso se ha convocado a arquitectos a aportar ideas de manera colectiva para solventar la problemática actual asociada a la propagación del virus. Después de leer todos estos artículos siempre pienso lo mismo: vamos por libre.

Todo el mundo ha encontrado las soluciones y ya se está trabajando en nuevas ideas, diseños, proyectos, etc. ¿Pero alguien ha hecho una labor de investigación para poder dar soluciones reales a problemas reales?. Una cosa es lo que vemos desde nuestras casas por el telediario y otra muy distinta es a lo que se enfrenta el personal sanitario cada día. No podemos dar soluciones a algo que desconocemos, hay que estar a pie de cama para saber qué cambios o qué premisas ha de tener la nueva arquitectura sanitaria para afrontar y mejorar situaciones como las que estamos viviendo.

Para poder llevar a cabo este nuevo cambio de paradigma en la arquitectura sanitaria es necesario e imprescindible un trabajo de EQUIPO. Hay que crear equipos con personal sanitario, pacientes y familiares que hayan vivido la experiencia para que transmitan todas las necesidades que han detectado a los ingenieros, arquitectos y diseñadores. Hay que conocer las deficiencias arquitectónicas y de diseño con las que se han encontrado estos usuarios para poder dar solución a las mismas y mejorar la asistencia sanitaria del futuro.

Este es el momento y estamos a tiempo de hacerlo bien. Está en nuestras manos crear equipos multidisciplinares para diseñar juntos la estructura sanitaria del futuro, una estructura humanizada, eficaz, pensada y adaptada para los usuarios del sistema y a sus necesidades. Espero que estos equipos sean una realidad y que sean los cimientos de la nueva estructura. Esta será la forma de conseguir una evolución histórica en la que la arquitectura sanitaria se convierta en H-arquitectura.

Por Mónica Ferrero

Foto de Marvin Meyer