Estos días se ha hecho viral la carta publicada en The New York Times que el escritor Peter DeMarco dirige a los profesionales de la UCI que cuidaron de su esposa en lo que sería la última semana de su vida. Laura Levis, que así se llamaba, tenía 34 años. Si no la habéis leído aún, podéis hacerlo pinchando aquí. Y cuando os recuperéis de las lágrimas (al menos, nosotros hemos llorado hasta no ver la pantalla), seguid con nuestro post.
En resumen, en ese texto el Sr. DeMarco agradece a todo el equipo de la UCI del Hospital CHA Cambridge la manera exquisita en que fueron atendidos. Dicho así, parece una carta de agradecimiento más, ¿verdad?. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Es un texto para leer una y otra vez. Leer para emocionarse, para disfrutar de la ternura serena que trasmite y para aprender. Sobre todo para aprender. Aprender que la dignidad es frágil, irrenunciable, biográfica; que se puede defender en las circunstancias más extremas. Y para revisar críticamente qué tipo de humanidad desplegamos los profesionales para respetar y proteger la valiosa dignidad de cada uno de nuestros usuarios. Ése es el enorme mensaje de esta carta.

 

Dignidad biográfica, no sólo como respeto a las fronteras del cuerpo. DeMarco narra las intervenciones de los profesionales y, desde nuestro punto de vista, habla del respeto infinito que los profesionales mostraron por la biografía de Laura. Por la persona que era. A lo largo de su agonía, Laura no fue tratada en ningún momento como un reservorio de órganos que donar. O al menos así lo percibió su marido: era hija de unos padres que necesitaron de todo el apoyo para despedirse, era esposa de una persona que precisaba de soporte para transitar por esa experiencia sin hundirse, era una mujer articulada en un mundo con amistades y gusto por la música. Integrada en un nicho social que necesitaba darle su último adiós. Pareja de un hombre que pudo pasar un momento final de intimidad con ella, antes de ir al quirófano a dar vida a otros.

 

Peter DeMarco y su esposa, Laura Levis, el pasado verano en Escocia
Sin duda, algunos de los cuidados que recibieron Laura y sus seres queridos pueden ser más difíciles de implementar. Y seguramente no todos nuestros pacientes precisarán la intensidad de atención que recibió el núcleo social de Laura.
Pero desde el proyecto HU-CI nos planteamos si podemos afirmar que el respeto por la dignidad biográfica de cada uno de nuestros pacientes es una cultura dominante en nuestras unidades. Nos preguntamos si, sistemáticamente, calibramos lo que nuestros pacientes y sus familiares necesitan desde sus ojos, desde su historia. Nos preguntamos si respetamos la dignidad biográfica desde nuestra práctica clínica individual o si se trata de una prioridad del equipo de salud.Querido/a lector/a: ¿tú qué opinas?. ¿Cómo te gustaría ser tratado/a?. Nosotros lo tenemos claro.

¡Feliz viernes!
Directora de Enfermería del Hospital Comarcal de Inca