Una vez más podemos afirmar que las restricciones a los familiares de pacientes ingresados en UCI se basan en la tradición y no en la ciencia. Porque, una vez más, nos topamos con otro documento publicado en Intensive Care Medicine que nos presenta evidencias al respecto.

Se trata de una revisión sistemática y metaanálisis en que se pretendía verificar la influencia de intervenciones programadas de apoyo familiar en los días de estancia de los pacientes en la UCI.

Tras una exhaustiva selección se analizaron 7 ensayos, que incluían 3477 pacientes, cuyas principales intervenciones se relacionaban con mejoras en la comunicación, soporte emocional e implicación en la toma de decisiones. Los resultados a evaluar se centraron en la posible influencia en mortalidad y días de estancia, tanto en el hospital como en la UCI.

Como resultado principal se encontró que el uso de medidas protocolizadas de apoyo familiar redujo la estancia media en la UCI en torno a un día, así como la estancia hospitalaria en torno a cuatro días, sin que se vieran afectadas las tasas de mortalidad. Los resultados fueron similares después de ajustes que tenían en cuenta la severidad de la patología de los pacientes incluidos.

Aunque algunos de los estudios incorporados en la revisión valoraban la relación con otros resultados, como síntomas psicológicos de los familiares (estrés postraumático, depresión o ansiedad) y satisfacción, estos no se han tenido en cuenta en este análisis. Este estudio confronta y aporta datos interesantes sobre la influencia de esas medidas de apoyo familiar en la optimización de recursos en la UCI y, por tanto, en la reducción de costes asociados derivados de la disminución de la estancia media de los pacientes.

Debe destacarse que las medidas a las que se refiere esta revisión sistemática no son intervenciones aisladas y dependientes del “nivel de buenismo” de los profesionales, sino que se trata de intervenciones bien organizadas y basadas en protocolos de actuación que precisan de una buena organización, en la que se promuevan algunos componentes como: el establecimiento de relaciones de confianza, el apoyo emocional, el conocimiento de las preferencias de la familia, revisando el pronóstico y las opciones de tratamiento frecuentemente con ellos.

Nos encontramos, por tanto, con nuevos datos que ponen sobre la mesa medidas costo-efectivas a las que históricamente se han prestado poca atención en las UCI, independientemente del valor “emocional-efectivo” que no precisa de una revisión sistemática para ser considerado. Se justifica igualmente la necesidad de apostar por la formación sobre estos aspectos desde una perspectiva de inversión y no de gasto, independientemente también, de la influencia de esta formación en otros aspectos, probablemente tan importantes, como la prevención del desgaste profesional, el fortalecimiento de los equipos o el propio reencuentro con los motivos que un día nos hicieron decidir dedicarnos a ayudar los demás.

Por José Manuel Velasco