El post del 1 de febrero “Ailín y Mauricio se casaron… en la HU-CI” es un ejemplo de cómo las situaciones críticas vividas por los pacientes y familiares no impiden que también existan emociones positivas en ellos. La dificultad estriba en que el miedo, el dolor, la incertidumbre, la tristeza… no las enmascaren. ¿Y qué pasa con los profesionales? ¿Es posible incorporar valores afectivos a la práctica clínica y asistencial?.
Martin E.P. Seligman fue elegido presidente de la Asociación Americana de Psicología (APA) en 1997, y en su discurso inaugural fue un revolucionario al cuestionar la tradicional dedicación de la psicología al estudio del malestar y los aspectos patológicos, con ausencia de atención a los elementos implicados en los procesos de bienestar (la inteligencia emocional, la creatividad, el humor, la sabiduría, la resiliencia…). Desde ese momento, y desde lo que se ha llamado Psicología Positiva, el estudio empírico de los aspectos saludables del ser humano y su influencia en el bienestar físico, psicológico y social (de si mismo y de los que le rodean) no ha dejado de crecer.
Junto a Chris Peterson, Seligman elaboró un modelo, medido y probado interculturalmente, que supone una recopilación de 24 fortalezas humanas que son el camino para alcanzar seis virtudes. Estas fortalezas son rasgos, características psicológicas que todos podemos tener, pero que además se pueden aprender. Las seis virtudes que componen dichas fortalezas son: Sabiduría y conocimiento, Valor o coraje, Humanidad y amor, Justicia, Templanza y Trascendencia.
En la virtud de HUMANIDAD y AMOR las fortalezas se ponen de manifiesto en la interacción social positiva con otras personas. Estas fortalezas son:
– Amabilidad y Generosidad: Define a personas capaces de ser amables y generosas con el otro, que disfrutan realizando acciones bondadosas incluso hacia personas que no conocen bien. Parte de la premisa de dar igual valor a la otra persona que a sí mismo. Engloba diferentes formas de relación guiadas por el beneficio del otro, la empatía y la compasión.
– Amor. Capacidad de amar y ser amado: Se consigue valorando las relaciones con los demás, facilitando el afecto y el cuidado mutuo. No se refiere a la noción de romanticismo de pareja, se trata de sentirse cercano y apegado a otro ser humano de forma que él también se sienta así respecto a nosotros.
– Inteligencia Social: Incluye la inteligencia emocional e interpersonal necesaria para ser consciente de las emociones propias y de los demás, saber comportarse en diferentes contextos interpersonales, identificar qué cosas son importantes para otras personas, tener empatía.
¿Creemos entonces que se pueden encontrar estas fortalezas en una HU-CI?. Parece que si. Mediante la virtud de HUMANIDAD Y AMOR y desde una aplicación humanista de la profesión, podemos dar fuerza a una visión de los pacientes, familiares y profesionales como personas valiosas, capaces de interactuar en la búsqueda del bienestar mutuo, que facilitan relaciones de cercanía, con capacidad de percibir y manejar las propias emociones y las del otro… Desde esa perspectiva se podrá llegar a una comunicación efectiva, a una relación saludable y a un cuidado que vaya más allá de la aplicación de las habilidades científico-técnicas.
Entonces…¡Feliz San Valentín!
Miembro del equipo docente y de investigación Proyecto HU-CI
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