Nació prematura. Tenía prisa por ver el mundo. 
Y rápida fue la angustia por no verla hasta el tercer día de parirla y rápida fue la sensación de padecimiento y añoranza.Cuando la vi estaba llena de cables y tubitos.

Es la única vez que he estado en un lugar parecido al que están los familiares de pacientes de Cuidados Intensivos y es angustioso.


Con mi cesárea recién hecha iba tres veces al día de casa al hospital llevada por un impulso que me sostuvo hasta el último día. Luego me permití el lujo de derrumbarme media hora.


Ahora todo ha cambiado. Los bebés no están sin sus padres todo el día. No llegan a sentir la falta de calor humano. No se permite romper ese lazo tan majestuoso que se hila entre madre/padre e hijo.


Sentir que te quieren, que te acarician, que se preocupan, que esas manos que te rozan son manos conocidas, que esa olor que te pone en alerta es tu olor… eso mueve montañas y resucita almas.


E igual que un día, tras años de lucha, se consiguió que la UCI pediátrica o la Unidad de Neonatos estuviese abierta a familiares, con horarios flexibles, con una comunicación extraordinaria entre profesionales y padres… si aquí se vio la necesidad de cambio, ¿por qué no debe verse en las UCIS de adultos?


Es cuestión de lucha, dicen. Pues luchemos.



De ir poco a poco. Pues seamos constantes.
De convencer y cambiar mentes. Pues afilemos las nuestras primero.


Y luchemos despacio pero dejando rastro.


Me vais a permitir dedicarle este post a mi compañera de diálisis Rosa, que esta semana ha ingresado en la UCI de nuevo… lucha, bonita, lucha también.


Hasta la semana que viene gente buena.


Ali Matz