Es valiente abordar en un documental un tema como el de la muerte, que ha dejado de formar parte de nuestra vivencia cotidiana (aunque no de nuestro destino, qué más quisiéramos).
Nuestra cultura ha acabado ocultando ese momento tan esencial, que acostumbraba a ser un evento social más.Primero relegándolo a la intimidad de la familia. Luego, inadvertidamente, dejándolo en manos del sistema sanitario, que inicialmente abrazó la responsabilidad, tal vez en la creencia de que la todopoderosa medicina algún día logrará evitarla.

Pero la Muerte es tozuda, y sigue dando final a nuestras historias, aunque la tecnología ya permita el milagro de mantener con apariencia de vida un cuerpo que ya no es persona.

Esto lleva a situaciones indignas, incluso patéticas. Vegetales sin remedio mantenidos por el miedo a la despedida, médicos tomando decisiones vitales que no les corresponden…

Afortunadamente el sentido de la dignidad está volviendo a su sitio. En este documental se da un atisbo del movimiento de retorno a la muerte digna.

La lucha por el derecho a decidir sobre la propia vida ha sido abanderado sobre todo por ciudadanos/pacientes. En este caso la heroína es una doctora, Jessica Nutik Zitter, cuya compasión le empuja a tomarse la molestia, el tiempo y -por qué no decirlo- el mal trago de descubrir y respetar el deseo del paciente, cuando ya no hay más que hacer.

Esto no siempre es fácil, porque la mayoría huimos del pensamiento de nuestra propia muerte y no hemos escrito este tipo de testamento, que aliviaría de esta decisión final a familiares y sanitarios.

Si el objetivo del documental era impactarnos emocionalmente y despertar un debate para que esta práctica se generalice, más o menos lo consigue.

Pero si quería involucrarnos personalmente, ponernos en el lugar del moribundo, hacernos pensar sobre cómo queremos pasar esos momentos, se queda corto. No sabemos si dura solo 24 minutos porque querían evitar la saturación del espectador, pero lo cierto es que deja con hambre, sobre todo a aquellos que hemos rozado el Final.

Ya que nos ponemos a tratar la muerte por una vez, ¡hagámoslo a fondo!. Da la impresión de que se sobrevuela por encima del tema sin sumergirse en profundidad en los detalles, nada accesorios. ¿Tal vez en una segunda parte?

¿Qué echamos a faltar?

Más punto de vista del paciente. Siempre solemos ver la escena desde fuera, nadie se atreve a meterse más en la piel del protagonista (normal, es muy jodido).

No se ve la paliación, cómo se prepara al paciente para su final de la forma menos dolorosa posible, y aquí hay mucho que contar.

El proceso de despedida con los seres queridos se toca muy por encima, y creo que es esencial. Ya no solo si se realiza con “puertas abiertas”, sino dar la opción de hacerlo en casa (y cómo).

Y entrando en más profundidades, cómo gestionamos la despedida en vida, es decir, si tenemos cultura de celebrar la vida que va acabando, cuando el interesado aún está con nosotros. Con la liturgia e importancia que sí somos capaces de dar cuando ya se ha marchado. Convendría que él/ella pudiera “clausurar” bien, celebrar los aciertos, perdonar los rencores…

Uno de los momentos críticos lo protagoniza un personaje secundario, cuyo testimonio habría dado mucho de sí. La mujer de 38 años a la que ofrecen la disyuntiva de “morir naturalmente o no”. Pues no quiere morir, ¡nos ha jodido! Seguramente nunca se planteó su propia muerte.

Y a ti ¿te pillará sin preparar?

Así que mientras aquí estemos, mientras aún tengamos tiempo, celebremos la vida, hasta que celebremos la muerte.

HU-CI Friki Zone