Con más frecuencia de lo deseado confundimos equipos de trabajo con trabajo en equipo. Joan Carles March en su libro “Equipos con Emoción”, lo define como “una unidad formada por dos o más personas con habilidades normalmente complementarias que se comprometen en un propósito común y fijan objetivos y expectativas de desempeño.”
Cualquier persona ajena al sistema sanitario que nos viera trabajar podría pensar que tenemos objetivos y preocupaciones comunes y que trabajamos en equipo para resolverlas.
Pero ¿esto es realmente así? Yo me atrevería a afirmar que no. O, siendo precisos, no siempre. Y esas mismas personas, se sentirían enormemente sorprendidas (y decepcionadas) al descubrir que en realidad esa gente que los atiende se comunica entre ellos mucho menos de lo deseable y que numerosos errores se producen por esa falta de comunicación o transmisión de la información entre los miembros del supuesto equipo.
Nuestro sistema está excesivamente estratificado y disperso, conviviendo en el mismo todo tipo de posicionamientos en este aspecto, posicionamientos que denotan distintas concepciones de lo que la colaboración significa. No soy el único que lo piensa y así lo manifiesta Leticia San Martín en otra entrada, que también les recomiendo, donde señala que esto se debe principalmente a que “ni hemos sido formados para ello, ni nuestro sistema profesional se rige por la lógica de la colaboración. Arrastramos una cultura profesional de diferenciación, de demarcación de territorios, que a todas luces, no concuerda con la lógica del trabajo en equipo.”
Históricamente han surgido discrepancias en este sentido entre médicos y enfermeras que parecen que conciben el asunto de manera diferente, de forma que algunos autores[2] afirman que los médicos muestran una actitud menos positiva hacia el trabajo en equipo, “probablemente relacionada con la posición jerárquica que éste ha mantenido y por la subordinación existente por parte de las enfermeras”. En la atención a los pacientes críticos compartimos una meta, muchos objetivos y necesitamos comunicarnos de forma obligada, pero eso no basta. “No se trata de intercambiar información para que unilateralmente se tomen las decisiones”.
Ni tampoco se trata de un problema exclusivo entre médicos y enfermeras, dándose frecuentes problemas de comunicación entre médicos y médicos y enfermeras con enfermeras [3]. Comunicación esencial para avanzar en un entorno de colaboración. Experiencias de mejora de la comunicación entre los profesionales han demostrado una repercusión en la calidad de los cuidados y en la satisfacción de los pacientes[4].
Pero trabajar en equipo tampoco se logra de la noche a la mañana. Requiere entrenamiento y desarrollo de habilidades en comunicación, en solución de conflictos, etc. Así como reuniones regulares entre los miembros del mismo. Reuniones en las que se aporte información objetiva, se compartan opiniones, se consensuen objetivos y se integren las perspectivas de todos.
Al hilo de todos los debates que en distintos frentes venimos manteniendo acerca de integrar a los familiares en el “equipo”, probablemente fuera necesario re-plantearnos como funcionamos previamente, re-estructurarnos para que realmente podamos darles la bienvenida a “un equipo.”
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