El procesamiento y recuperación tras incidentes críticos como los que se pueden vivir en las Unidades de Cuidados Intensivos puede ser complicado para los profesionales que desempeñan allí su trabajo. La cotidianidad en el manejo del dolor, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte en pacientes y familiares, se ve superada en determinados momentos, cuando la situación se desborda por determinadas demandas emocionales y ante casos especialmente dramáticos. Lo que tiñe a estas situaciones de especial crudeza puede proceder de diferentes fuentes: las características de vulnerabilidad del paciente (por ejemplo pacientes pediátricos), la propia mano del hombre en el daño causado (malos tratos, agresiones graves, atentados…), el propio devenir inesperado de la enfermedad y sus complicaciones, o varias de estas condiciones actuando de forma conjunta.

Hay una serie de respuestas normales ante estas situaciones especiales que pueden durar días, semanas o meses. Los profesionales pueden presentar estados de irritabilidad, tristeza, inquietud, cambios de humor, conflictos interpersonales en el contexto familiar y/o laboral, rumiaciones sobre lo ocurrido, problemas de sueño, sensación de “embotamiento” y dificultad para concentrarse, deseos de mantener el contacto con compañeros implicados en la misma vivencia, crisis en la asignación de sentido a lo sucedido y en su relación con valores más globales (éticos, espirituales, propios de la profesión…).

 Cuando estas respuestas no se atienden y no se canalizan adecuadamente, pueden cronificarse en el profesional, y dar lugar a manifestaciones clínicas tales como depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático… etc. La afectación y posibles manifestaciones clínicas dependerá de la interacción entre varios factores:

Personales: experiencias previas y factores de vulnerabilidad emocional como antecedentes en problemas de salud mental, determinados rasgos de personalidad, estar viviendo en el momento (o de forma reciente) una situación de duelo o crisis vital, y ausencia de apoyo social y emocional.

De la situación: magnitud y naturaleza del evento (factor extraordinario, no esperado, gravedad, duración…), persona/s afectadas (en número o en su vulnerabilidad, por ejemplo niños).

Del equipo: cohesión grupal, estilo de liderazgo y supervisión, preparación técnica y emocional, recursos técnicos y humanos para el abordaje de la situación, problemas de organización y coordinación.

 Son diversas las acciones inmediatas que se pueden realizar en las UCI con el fin de procesar emocionalmente esas situaciones, atender y canalizar las respuestas que producen y prevenir futuros problemas de salud mental en los profesionales. El grueso de la bibliografía y conocimiento científico sobre ello procede de la atención a los profesionales de emergencias (1) y primera intervención (sanitarios, bomberos, protección civil (2)…) que actúan en situaciones de urgencia y catástrofe. Sin embargo, es esencial recordar que la situación crítica no requiere de un gran escenario (como un desastre natural) para que ocurra. El marco de una UCI es suficiente para que un gran número de actores (médicos, enfermeras, auxiliares, celadores) se vean expuestos a una situación crítica de elevada demanda emocional. Desde esta perspectiva, las principales técnicas de afrontamiento y manejo de estas situaciones son:

Desmovilización o “defusing”: Reunión semi-estructurada de los miembros del equipo tras las primeras horas de la vivencia estresante, o al final de la jornada laboral, (de 20 mn a 1 hora). Su objetivo es favorecer la narración de lo vivido, expresar los estados emocionales, informar y dar pautas de actuación sobre posibles reacciones que se pueden sufrir. Se trata de crear un clima de apoyo grupal así como establecer pautas de solución de posibles problemas en la actividad laboral. Puede ser dirigida por personal especializado en acompañamiento terapéutico o counselling, o por un jefe de equipo con conocimientos básicos en esta materia.

Debriefing”: Intervención psicológica grupal y altamente estructurada, a partir de las primeras 24-72 horas, en una o varias sesiones de mínimo 1 hora de duración. Requiere ser dirigida por personal especializado. Esta técnica no está exenta de riesgos y controversias si no se utiliza adecuadamente y es importante saber que no siempre evita un posible TEPT. (3) De ella se deriva el CIPR, Procesamiento y Recuperación tras Incidentes Críticos (Critical Incident Processing and Recovery) (4).

Intervención psicológica a medio-largo plazo: Incluye el asesoramiento psicológico o psicoterapéutico para aquellos profesionales que lo necesiten.

Seguimiento: Revisión y evaluación de casos particulares más sensibles y del grupo en general, para observar el mantenimiento de una correcta progresión en el afrontamiento de lo vivido y realizar la detección temprana de reacciones retardadas no funcionales.

Estas técnicas deben utilizarse de forma adecuada para no ser iatrogénicas por si mismas, y ponen de manifiesto la necesidad de formar a los supervisores y equipos de UCI en el abordaje de situaciones críticas así como de incorporar en estas unidades a psicólogos y personal especializado que facilite esta misión.

Macarena Gálvez Herrer. Miembro del Equipo Docente y de Investigación Proyecto HU-CI.

Lecturas Recomendadas:

(1). Pérez, JI. El apoyo psicológico a profesionales de emergencia. Asesoramiento psicológico.

(2). Protección Civil España. Intervención psicológica con intervinientes en emergencias.

(3). Van Emmerik A, Kamphuis J, Hulsbosch A, Emmelkamp P. Single session debriefing after psychological trauma: A Meta-Analysis. The Lancet. 2002; V (360): 766-71.

(4). Galliano S, Cervera M, Parada E. El CIPR, Procesamiento y Recuperación tras Incidentes Críticos (Critical Incident Processing and Recovery).