Estas letras buscan simplemente acercarse a ustedes, abrazarles y acompañarles.Porque todo fue muy rápido y a penas tuvimos tiempo.

Solo quería contarles que la noche en que falleció su padre, todo el equipo estábamos allí. Ustedes a pie de cama. Nosotros a su servicio.

Nada acabó tras comunicarles las malas noticias y que pensábamos que fallecería. A pesar de haber estado todo el día trabajando para que su padre siguiera con vida, conectándole a aparatos para intentar hacer posible un milagro imposible. Dejándonos la piel.

Estábamos allí.

Las infecciones graves a veces ganan la partida. Es así de cruel y así de simple. Es la vida y la muerte, de eso se trata.

Su padre no fue un paciente más: de hecho, ninguno lo es.

Para todos los profesionales de cuidados intensivos, cada persona enferma merece nuestro máximo respeto y damos cada segundo día a día por nuestros pacientes.

A veces es difícil expresarlo, al fin y al cabo no nos conocemos y quizás no hay tanta confianza como para abrirse. Somos humanos y hemos adquirido una tendencia invisible hacia la autoprotección. Pero es nuestra elección de vida, y aunque a veces el dolor sea insoportable, estamos ahí. Siempre estamos ahí.

Solo quería hacerles saber que su padre nos importa, que ustedes nos importan. Mucho más de lo que creen o mucho más de lo que supimos transmitírselo.

Las auxiliares, las enfermeras y yo. Estábamos ahí y seguimos estando.

Necesitaba decírselo, porque también nosotros necesitamos que sientan nuestro calor. También nosotros necesitamos cuidarnos y curarnos.

Así que les mando un abrazo fuerte, de mi parte y de todo el equipo. Aunque no estoy seguro de que nos volvamos a ver.

Y les acompaño en su sentimiento, que para eso también estamos.

Gabriel.