30 de Septiembre, con aquel dolor que no podíamos soportar, nos preguntábamos porqué a nosotros y no a otros. Principalmente porqué a papá, la persona más agradecida con la vida que conocemos. Pensábamos que situaciones así no se soportaban, porque el dolor llega a ser muy grande, pero sin embargo la vida nos estaba poniendo a prueba, y más tarde comprobamos que había que aguantar, y ni nos imaginábamos cuánto…

En aquel cuartito desconocido para nosotros hasta ese momento, y que al poco tiempo se convirtió en nuestra pequeña casa (sin querer que así fuera) pasamos 48 días, esperando que nunca sonara el teléfono porque eso significaba que algo había pasado, y nos estaban llamando de aquel cuarto piso donde estaba papá. ¿Y si las noticias eran malas? Esa primera noche no sabemos cómo la pasamos, si era de noche o en realidad era de día, el sol estaba afuera, pero para nosotras no.

Pasamos un par de días, sin saber lo que nos estaba pasando, con informes uno peor que otro. Los tacos de mama indicaban que ella llegaba a aquel cuartito, que era donde la esperábamos los primeros días. Llegaba desgarrada, pero SIEMPRE, nos agarraba de las manos y nos decía: vamos a rezar, yo confío en Dios, pero más confío en papa, él sabe que estamos acá esperándolo y VA A SALIR.

Cada día que pasaba y sentíamos ¨los tacos de las botas de mama¨ junto con Flo y temblábamos y hacíamos silencio para tratar de ver en qué situación llegaba mamá. Por mucho tiempo la situación no cambio pero tampoco cambio su fe en papá,  que ni Flo, ni yo,  la teníamos, aunque el tiempo nos ayudo a tenerla.

Pasaron los días y empezaron sugerirnos  que fuéramos a dormir a un hotel a solo 4 cuadras, irnos de allí. A las 12.00 de la noche hacia el hotel, era un sentimiento de abandono, no queríamos irnos porque sabíamos que le dejábamos, ¿qué iba a pasar si se despertaba y no estábamos? Nos convencieron hasta que tuvimos que irnos.

Salíamos del sanatorio e íbamos a pie hasta allí, otro lugar desconocido, llegábamos, nos bañábamos y no emitíamos una palabra en todo el trayecto, solo nos acostábamos, juntábamos las camas, nos agarrábamos de las manos, y empezábamos a rezar. Muchas veces nos pasó de no tener fuerzas para rezar, de no tener voz, y cuando estábamos a punto de perder la fe, ella nos decía: TIENEN QUE REZAR CON GANAS, NO PIERDAN LA FE, CHICAS.

Por el momento la única que le ponía el cuerpo a las balas era mamá. Entraba a los informes con algún familiar, pero lo más  importante era entrar a donde papá estaba, ahí entraba sola, mientras tanto nosotros la esperábamos afuera,  sentadas en una escalera, agarrándonos las manos y rezando el rosario.

No tengo recuerdos de haber visto a mamá como la vimos durante esos días.  Era mamá pero destrozada, pero siempre dándonos fuerzas. Pasaron unos días y Flo quería entrar a verlo, mamá se resistía a que entrara por lo que fuera a pensar papá cuando estuviera bien……Pero Flo insistía, porque creía que le iba a hacer bien sentirla y saber que realmente estábamos.

¡¡¡Finalmente, entró!!! Mamá se quedo allí con ella para que no tuviera que entrar sola. Yo espere en la escalera afuera. Paso el rato y Flo no salía. Abrieron la puerta de vidrio, mire hacia adentro, y estaba Flo, apoyada sobre la pared, encontrándola como lo esperaba, igual a como salía mamá, solo que esta vez era mi hermana……… Entré y nos abrazamos.

Me empecé a preguntar, ¿qué pensaría papá que la única que no entraba era yo? Habían entrado Flo, Mamá, incluso otros de la familia, menos yo, que era su hija. Trate de llenarme de valor para hacerlo, hasta que lo hice el día de mi cumpleaños,  el 11 de noviembre. Ese mismo día también entre al informe por primera vez, cuando íbamos saliendo del informe y llegaba el momento de vestirme con túnica, guantes, gorra, zapatos, y alguna cosa más, la doctora dijo que había sorpresa. Con Flo nos miramos y pensamos a papá le sacaron el respirador, ese aparato odioso, que le salvo la vida. No fue así!!

La sorpresa era que adentro, donde estaba papá, habían guantes inflados como globos, y decían “Felíz cumple Guille”. Sin dudas que el mejor regalo de mi vida era ver a papá con una sonrisa fingida para tratar de alegrarme el día. Lo único que le pedí era que no se pusiera nervioso, que yo sabía que me quería hablar pero que todavía no podía, que se quedara tranquilo. Me quede todo el rato hasta que me dijeron que me tenía que ir. Le di un beso  y le dije lo que todas las noches de mi vida  le digo: te amo mucho y que descanses. Lo que se siente cuando te tienes que ir es algo imposible de describir. Pensé pobre Mamá, lo que ha tenido que vivir, como no va a salir de la forma que sale….

Cuando papá empezó a despertar todo empezó lentamente  a ir un poquito mejor. Cuando se logro que tomara un traguito de agua, fue subir muchos escalones, fue un sueño. Cuando se lograra sacar el respirador  aunque sea media hora íbamos a completar nuestro sueño. Y todo lentamente se fue dando. Desde que llegamos a la terapia, nos preguntábamos las tres, cuando será el día que suene el teléfono para decirnos que subamos al cuarto piso para darle el desayuno. Pensábamos en eso y lo veíamos tan lejos, finalmente se cumplió, llamaban para pedir que la señora de Bula subiera porque a las 8.00 papá empezaba a pedir que fuera mamá.

Cuando se logro sacar el respirador suspiramos, con miedo, porque quedamos con miedo de por vida, porque parecía que no podíamos despegarnos de esos aparatos tan sofisticados que nos indicaban cómo estaba papá. Logramos desprendernos y aprender a vivir sin ellos.

Gracias a papá aprendimos que todo se aprende de vuelta, a caminar incluso, sus primeros pasos fueron alrededor de la cama, dar toda la vuelta de la cama fue un logro, y darla sin ayuda del respirador fue un sueño.

Juntar nuestras pertenencias de aquel cuartito para irnos a un cuarto común significo mucho. Dejamos un pedacito de vida allí mismo. Pero entramos sin alma, y salimos de vuelta con ella.